Aun continúa la migración de los limícolas por el litoral cantábrico, pero al contrario que ocurre durante la migración prenupcial no aparecen grandes grupos de aves, sino que se va produciendo un pequeño goteo de individuos de distintas especies que en la mayoría de las ocasiones permanecen entre nosotros unas pocas horas antes de abandonarnos.
Hoy les ha tocado el turno a las agujas colipintas (Limmosa lapponica), una especie que al igual que otras especies de esta familia se reproduce en Escandinavia y las estepas rusas y utiliza los humedales del norte de la Península para recuperar fuerzas en su viaje hacia el sur.
Las agujas aprovechan su largo pico para buscar invertebrados entre la arena y debajo de las piedras. Los dos ejemplares jóvenes que estaban ayer en el río Espasa se estuvieron alimentando sin descanso durante más de dos horas, y al igual que ocurre con los juveniles de otras especies de limícolas eran extremadamente confiados y solo había que quedarse quieto para que acabaran acercándose y dejándose ver a placer.
Las agujas colipintas, al igual que ocurre con otras especies de limícolas tienen numerosas terminaciones nerviosas en la punta del pico, lo que les permite detectar cualquier pequeño animal que esté escondido entre la gravilla o la arena. Asimismo, la punta del pico no es completamente rígida por lo que pueden manipular a los invertebrados una vez capturados.
En algunas ocasiones, sobre todo cuando se alimenta en aguas más profundas es bastante frecuente verlas sacar la cabeza despues de unos segundos rebuscando en el fondo y filtrar el agua para extraer cualquier partícula de alimento.
Después de una sesión de alimentación, al igual que hacen casi todas las aves, las agujas se limpian y ordenan el plumaje. De esta forma puede conservar sus propiedades aislantes, tanto del frío como del agua.