Pardela cenicienta
La pardela cenicienta (Calonectris diomedea) es una especie de procelariforme que es frecuente en el Cantábrico durante los pasos migratorios, aunque puede ser visto en nuestras aguas durante prácticamente todo el año. Se trata de una pardela grande, que tiene casi metro y medio de envergadura y un peso de unos 800 gramos.
Al igual que ocurre con las demás especies de esta familia, las pardelas cenicientas pueden recorrer cientos de kilómetros sin apenas esfuerzo aprovechando los vientos marinos, y pueden alejarse a grandes distancias de las colonias de reproducción para buscar alimento para su pollos.
Hasta hace poco tiempo todos los datos de reproducción de esta especie en aguas ibéricas se localizaban en el Mediterráneo, sobre todo en las Baleares, donde se ha estimado una población de unas 10.000 parejas, aunque debido a las dificultades que entrañan los censos de estas aves, se cree que está cifra podría oscilar entre las 9000 y las 17000 parejas.
Las sospechas acerca de la reproducción de la pardela cenicienta en aguas gallegas, debido sobre todo a los comentarios de la población local, se confirmaron hace tres años cuando se encontró un adulto dentro de una furna en un islote y poco después un nido con un huevo. Desde entonces se han encontrado 3 colonias en otros tantos islotes en el Atlántico y el Cantábrico.
Las pardelas cenicientas no se reproducen hasta que cumplen los 7 años de edad, y durante ese tiempo pueden visitar las colonias y emparejarse aunque no realicen la puesta. Este hecho hace que durante las primeras fases de la formación de una nueva colonia pueda haber muchas furnas ocupadas pero sólo unos pocas parejas reproductoras.
Santi, Yeon, Alberto y Nacho esperando a que oscurezca en el acantilado
El martes 10 de agosto, varios miembros del grupo de Alberto Velando y yo nos dirigimos a una de esas colonias a comprobar como se estaba desarrollando la reproducción. En una anterior visita realizada en el mes de junio habían localizado 22 furnas ocupadas y en esta visita pretendíamos confirmar cuantas parejas se habían reproducido realmente.
Parte de la colonia
En esta colonia los nidos se situan en pequeñas oquedades (furnas) debajo de bloques de piedra en las laderas más pendientes del acantilado, lo que dificulta el trabajo ya que hay que estar muy pendiente a los posibles resbalones. Las pardelas suelen escavar con las patas un pequeño hueco en la tierra y en ocasiones aportan algunas piedrecitas, plumas o restos vegetales que no llegan a formar un verdadero nido.
Antes de que oscureciera realizamos la primera prospección de las furnas ocupadas, que habían sido marcadas y numeradas en la anterior visita. Casi todas las furnas estaban vacías y sólo había dos que tenían pollo.
Las pardelas ponen un único huevo y una vez que nace el pollo, al igual que ocurre con el resto de procelariformes, éste pasa la mayor parte del tiempo solo en el nido esperando a que lleguen los adultos a alimentarlo. El desarrollo es muy lento y pueden pasar mas de dos meses desde la eclosión hasta que finalmente abandone la furna. Durante todo ese tiempo acumulará una gran cantidad de grasa, llegando a pesar mucho mas de lo que pesarán cuando sean adultos.
De cada uno de ellos se tomó una muestra de sangre y de plumas para realizar estudios genéticos e inmunológicos, asimismo fueron medidos, pesados y marcados con una anilla metálica.
Pero el momento más espectacular de la visita a la colonia aun estaba por llegar. Cuando empezaba a oscurecer aparecieron unas pocas pardelas volando sobre la superficie del agua en las proximidades de la colonia. Lentamente el número iba aumentando y el grupo se iba haciendo cada vez más grande. Después de unos minutos comenzaron a posarse en la mar, concentrándose en un grupo cada vez más compacto. De vez en cuando todas levantaban el vuelo para volver a posarse nuevamente cada vez más cerca de la isla.
Cuando ya era completamente de noche, aunque debido a la luna llena había bastante luz, empezamos a oir el reclamo característico de las pardelas y pocos segundos después pasó la primera por encima de nuestras cabezas, casi tocándonos con sus alas. Varios adultos volaron sobre nosotros durante unos minutos mientras seguían cantando. De todas formas, los reclamos eran menos frecuentemes que en el mes de junio, quizás por la luz de la luna o porque la reproducción se encontraba más avanzada.
Cuando había pasado media hora desde que oímos a la primera pardela hicimos la segunda prospección. Encendimos los frontales y las linternas y revisamos todas las furnas de nuevo. En una de los nidos en los que habíamos encontrado un pollo ya había llegado el adulto a cebarlo pero en el otro nido ocupado estaba el pollo sólo. Esto no suele ser raro, ya que en ocasiones los pollos pueden pasar varios días sin comer gracias a la grasa que tienen acumulada.
Adulto no reproductor en una furna
En una furna en la que no había indicios de reproducción este año había llegado un adulto que descansaba en el fondo de la cueva. En el resto de las furnas no había ningún adulto. Según parece esta es una colonia reciente que se encuentra en pleno proceso de colonización y en los próximos años es previsible que aumente el número de parejas reproductoras.
Desgraciadamente, en los últimos tiempos estamos acostumbrados a leer noticias sobre desaparición de especies y sobre extinciones locales de poblaciones, por eso la reciente colonización del litoral gallego por las pardelas cenicientas es una de las mejores noticias de los últimos años. Ojala tengan suerte y logren establecerse definitivamente, no lo tendrán nada fácil.