El miércoles pasado había pensado en salir a hacer unas fotos nocturnas después del trabajo. Como suele pasar, al final me entretuve más de lo que esperaba y cuando me fuí de la facultad ya estaba oscureciendo. Llegar a cualquier sitio un poco alejado y sin demasiada contaminación lumínica me iba a llevar por lo menos una hora, así que decidí irme a casa y buscando una disculpa que no me hiciera arrepentirme parecía que estaban apareciendo nubes y la luna se iba a tapar en breve.
Mientras esperaba a que el semáforo se pusiera en verde miré a mi izquierda y vi que se encendían las luces de los monumentos del Naranco. Hacía tiempo que no subía hasta allí y no me acordaba de la última vez que había estado de noche, así que cambié de planes y aprovechando que la Luna y Júpiter todavía no se habían escondido detrás de las nubes, me decidí a intentar hacer una foto que hacía media hora no se me había ocurrido hacer. Cuando tenía montado el trípode, la cámara y todos los artilugios escuché un ruido a pocos metros de mi. Era un grupo de 10 jabalíes, que en la penumbra y sin inmutarse por mi presencia, buscaban comida bajo los árboles. Mientras miraba la foto en el visor me imaginé cómo sería todo aquello en el año 842, cuando Ramiro I mandó construir un pabellón de caza que pocos siglos despues se covertiría en la iglesia de Santa María del Naranco.
Al poco tiempo pasó un coche que espantó a los jabalíes y una ráfaga de viento movió las ramas de unos eucaliptos, los árboles mas emblemáticos del Naranco en los pocos sitios que quedan sin calcinar por los incendios provocados de todos los años. No hay duda de que estamos en Asturies, casi doce siglos después.
¡ Dios mío, que belleza !
ResponderEliminarHola David,
ResponderEliminarUna foto preciosa.
Un saludo