A finales del pasado otoño los salmones empezaron a desovar en los ríos cantábricos. Durante unas pocas semanas, estos peces, algunos de los cuales habían entrado en el río hacía más de medio año, se reunieron en las tabladas de los ríos para poner sus huevos. Después del desove muchos murieron, pero algunos consiguieron bajar el río y retornar a la mar, donde volvieron a alimentarse después de mucho tiempo sin probar bocado. Los más afortunados lograrán sobrevivir un nuevo año en el océano y retornarán al río para reproducirse de nuevo.
A mediados de enero ya no quedaban salmones adultos, o habían muerto o se habían marchado. Pero el resultado de todo ese esfuerzo permanecía enterrado en el fondo del río. Gran cantidad de huevos fecundados se habían colado entre los resquicios de la grava después de que la hembra los enterrara tras la puesta. Durante las últimas semanas se fueron desarrollando lentamente y ahora ya están listos para eclosionar.
El periodo de desarrollo embrionario depende de la temperatura, siendo más largo cuanto más bajas sean las temperaturas. En biología, la duración de la incubación y desarrollo de los animales ectotermos se expresa en grados/dia, que es una medida que estima la duración del desarrollo en función de la temperatura y que es característica de cada especie. Por ejemplo, para el salmón Atlántico, desde la fecundación hasta la eclosión se necesitan 480 grados/día, o sea, si la temperatura del agua permanece constante a 5ºC, la eclosión se producirá a los 96 días (480/5 = 96), en cambio, si la temperatura es de 9ºC la eclosión se producirá a los 53 días (480/9 = 53,3). A partir de 12-14ºC, la mortalidad embrionaria aumenta exponencialmente, estando la temperatura óptima de desarrollo entre los 6 y los 9ºC.
Varias semanas antes de que se produzca la eclosión ya se pueden apreciar los ojos pigmentados del embrión a través de la envuelta del huevo. Asimimismo, a medida que van pasando los días, se empiezan a ver los capilares, los latidos del corazón y los movimientos del embrión dentro del huevo.
Cuando se acerca la eclosión, los movimientos serán más frecuentes y más bruscos, y en un momento, la fina cáscara del huevo se romperá y el alevín comenzará a salir. El proceso completo puede durar desde unos pocos minutos a varias horas. Finalmente, con un último coletazo, el pequeño salmón se liberará completamente y comenzará su nueva vida.
Pero aun quedan muchas semanas hasta que pueda nadar libremente y empiece a alimentarse por si mismo. Por ahora el alimento se lo proporciona el saco vitelino. Ésta pequeña bolsita adosada a su cuerpo contiene los nutrientes necesarios y ha sido proporcionada por la hembra durante la vitelogénesis.
A medida que se va reabsorviendo el saco vitelino, el alevín va adquiriendo su forma definitiva. Los cromatóforos van apareciendo a lo largo de todo el cuerpo, con lo que se va oscureciendo y la piel va perdiendo transparencia. Asimismo, las aletas se van alargando y poco a poco se va preparando para la vida libre. Durante todo este tiempo, el pequeño salmón huye de la luz y permanece enterrado bajo la grava, lo que le proporciona seguridad y protección contra la corriente y los depredadores.
Aún pasarán varias semanas hasta que salga de la seguridad del nido y empiece a alimentarse. Desde ese momento tendrá que valerse por si mismo, tendrá que aprender a huir de los depredadores y a pelear con sus hermanos por los mejores sitios de alimentación y refugio. No será nada fácil, cerca del 80% de todos los alevines que nazcan morirán antes de bajar a la mar dentro de unos meses y de todos ellos, sólo unos pocos remontarán el río dentro de uno o dos años para completar el ciclo que iniciaron sus padres meses atrás. Esta mortalidad es un fenómeno normal, es parte de la selección natural a la que están sometidos todos los seres vivos y que consigue que sólo los más áptos lleguen a reproducirse. Esperemos que durante ese viaje no se encuentren con ninguna trampa que se lo impida, como ha ocurrido en los útimos años.
Dejemos que este pequeño alevín complete su ciclo. Está en nuestras manos evitar que el Salmón atlántico se extinga. No en las manos de pescadores, gestores y políticos, en las manos de todos nosotros.
NOTA: no debemos ni queremos olvidar la carta que hace tan sólo un año publicó en la prensa un diputado regional, que actualmente es el viceconsejero encargado de la gestión del salmón en Asturies, y que tras las próximas elecciones anticipadas no sabemos que papel desempeñara. Es una muestra evidente y sonrojante de lo que piensan algunos políticos sobre la gestión ambiental y la conservación.