Ayer mismo llegamos de Tarifa después de una nuevo intento de ver las orcas que estos días se reúnen en las aguas del estrecho de Gibraltar siguiendo la migración del atún rojo. Varios grupos familiares de este impresionante cetáceo se han especializado en alimentarse de los atunes que son capturados por las pateras marroquíes y algunos barcos de la flota de Tarifa.
Al igual que me ocurrió en las anteriores visitas y a pesar de que las condiciones meteorológica eran inmejorables, que las fechas eran las más propicias para los avistamientos, y a pesar de que varios grupos se habían visto durante los días anteriores, las orcas no quisieron venir a nuestro encuentro. Después de dos días navegando y peinando la zona de las bajas, donde las orcas acuden a robar los atunes a los pescadores, otra vez nos volvieron a dar esquinazo.
En nuestro segundo día de embarque en el Aroha Rahi, las condiciones meteorológicas habían empezado a cambiar y las esperanzas de ver a las orcas eran cada vez menores. El viento de poniente había arreciado y la marejada era cada vez más fuerte así que después de varias horas peinando la zona nos decidimos a marcharnos porque las posibilidades de avistamiento eran cada vez más escasas. En ese momento vimos un gran grupo de delfines listados nadando velozmente a escasos metros del barco y cambiamos de rumbo para seguirlos. Tras varios minutos navegando tras ellos, los pescadores de una de las barcas marroquíes nos empezaron a hacer señales y durante unos instantes llegamos a pensar que nos avisaban de la presencia de orcas, pero la realidad iba a ser muy distinta. A lo lejos vimos unas manchas de color naranja que se agitaban cerca de la superficie, pero ninguno nos imaginábamos lo que nos íbamos a encontrar en unos minutos.
Al acercarnos comprobamos que no se trataba de orcas, ni de lanchas de pesca. En una pequeña barca hinchable de las que se se pueden comprar en unos grandes almacenes por poco más de 50 euros (pero que en Marruecos se venden por más de 400). En ella se hacinaban seis personas que agitaban sus brazos para que los ayudáramos. Se encontraban en medio del estrecho, una de las zonas con mayor tráfico marítimo del mundo por la que pasan más de 100.000 barcos al año. Cualquiera de estos barcos podría pasar por encima de esa pequeña barca de juguete sin que su radar fuera capaz de detectarlo, incluso las olas formadas por el paso del barco podría volcarla fácilmente.
Gracias a Jesús que aun recordaba algo del francés aprendido en el colegio, conseguimos tranquilizarlos y decirles que la embarcación de salvamento marítimo de Tarifa que Pepe acababa de avisar ya estaba en camino. Mientras esperábamos, les pasamos unas botellas de agua y nos quedamos con ellos hasta que llegaron a recogerlos. Durante unos minutos que parecieron eternos temimos que la pequeña barca se fuera a pique con todos sus tripulantes, ya que el viento seguía arreciando y la mar iba poniéndose peor a cada minuto que pasaba.
Afortunadamente en menos de 15 minutos la lancha de salvamento llegó a rescatarlos, esta vez habían tenido suerte de encontrarse con nosotros pero los siguientes puede que no tengan la misma. Las lanchas marroquíes se habían desentendido completamente, no era su problema e incluso era más que probable que alguno de los barcos que hacía unos minutos estaban por allí y que habían desaparecido repentinamente, hubiera llevado en sus bodegas a los seis subsaharianos y los hubiera dejado en medio de la mar para que alguien, si tenían suerte, los hubiera encontrado. Resultaba muy sospechoso que después de pasarnos varias horas sin salir de esa zona no los hubiéramos visto y que casualmente aparecieran en el momento en el que los barcos mas grandes empezaran a recoger los aparejos para regresar a puerto.
Cuando finalmente subieron todos a la lancha y se encontraron a salvo, nos miraron y nos agradecieron con las manos que los hubiéramos encontrado. Todos nosotros, Pepe, Jesús, Gorka, Jose, Jorge, Nuria y yo, nos quedamos en silencio durante unos minutos, no había mucho que decir, era una sensación muy extraña, una mezcla entre angustia por habernos dado de frente con una realidad que aunque conocíamos, hasta ese momento nos parecía algo ajeno y lejano, y la alegría por haberlos salvado de una muerte casi segura. Ahora parecía ridículo que poco antes estuviéramos disgustados por no haber visto las orcas, ya no importaba nada. ¿Qué hubiera pasado si los delfines no hubieran aparecido y se nos ocurriera seguirlos?
Ayer aparecía una pequeña nota sobre el rescate en un periódico digital de Tarifa, pero no aparece nada en ninguno de los periódicos de tirada nacional. Este drama ya no es noticia a pesar de cientos de personas se siguen jugando la vida todos los años para cruzar el estrecho. Mientras esto ocurre todos los días, a escasos kilómetros de distancia nuestros representantes políticos se enzarzan en estúpidas discusiones patrióticas sobre la propiedad de una roca, en una nueva muestra de cómo desviar la atención de los verdaderos problemas que nos afectan a todos y de los que los enfangan a ellos a diario.
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Una gran entrada. La verdad que se queda un@ sin saber qué escribir. La cruda realidad de mucha gente que intenta buscarse la vida. Conozco una persona marroquí que cruzó el estrecho y empezó su vida en España desde 0, sin tener siquiera dónde dormir. Hoy en dia vive como un español más, pero es de admirar su trayectoria. Muchas veces criticamos por desconocimiento a los que también son expulsados por el sistema de su país. Si supiéramos de sus penurias...Saludos.
ResponderEliminarlos que an cruzado y los que no lo an logrado y se an quedado nunca se sabra el numero esacto de los que encontraron la muerte por buscar algo mejor esos an sido los perderdores no los que mandan de buelta
ResponderEliminarMenuda realidad viviste. Lo de esta gente es de heroísmo, pero todo esto se evitaría con programas de desarrollo económico en sus países y la eliminación de toda esa oligarquía corrupta hasta el infinito que los explota que no gobierna.La solución no está en que todos vengan a Europa, es imposible, no hay sitio para todos y si no, pues a compartir nuestro sueldo y espacio privado con tanta gente, es muy fácil decir ...que vengan, pero, a mi casa no claro...
ResponderEliminarYo los apoyo en mi trabajo cuando los tengo y los trato de tu a tu y por igual por supuesto, aunque a veces te chantajean también cuando algo sale mal y salen con lo del racismo siempre. Hagamosles inversiones creadoras de riqueza, no le demos dinero a sus miserables líderes para engrosar sus cuentas suizas, demosles formación universitaria, tienen el continente con los mayores recursos naturales del planeta, enseñemosles a manufacturarlos y comercializarlos, basta ya de populismo fácil y hagamos un trabajo serio y limpio sin intermediarios repugnantes que se lo lleven casi todo.
Hola David,
ResponderEliminarLa verdad es que tremendo el drama... hace unos años, en septiembre de 2007 cuando trabajaba en SEO/BirdLife, fuí a Chafarinas para marcar pardelas cenicientas, el viaje lo hice en ferry hasta Melilla y me pasó algo similar, yo buscaba cetaceos como un condenado cuando a lo lejos vi algo, después de un rato me di cuenta que era una patera con más de 35 subsaharianos pidiendo ayuda. Se lo comunique al puente de mandos y por suerte el ferry desvió el rumbo y los recogimos. Desconozco que pasó finalmente, ya que desembarcaron en Melilla donde les esperaba la policía.
Muchos recuerdos
Un abrazo!
Juan