Como todos los años por estas fechas, el pasado fin de semana me bajé hasta el Parque Nacional de Monfragüe y cambié por unos días el olor de la mar por el olor de las jaras. En poco mas de 4 horas de viaje ya estaba en la Portilla del Tietar, donde decenas de Buitres leonados descansaban en las rocas que caían sobre el río como gárgolas en una catedral gótica. A escasos metros de las rocas, en una encina que se recortaba contra el cielo, la pareja de Águilas imperiales que tienen aquí su territorio habían decidido instalar su nido. Decenas de curiosos enfocaban sus telescopios hacia allí para ver como la hembra protegía a su único pollo de los rayos del sol. El pequeño aguilucho, de color blanco inmaculado asomaba de vez en cuando entre las hojas ajeno a todo el revuelo.
El sol pegaba fuerte a esas horas de la tarde y no fue hasta la mañana siguiente, poco después de amanecer, cuando pude ver a la pareja de águilas con la mejor luz del día. La hembra salió a estirar las alas y voló ante nosotros para volver a posarse de nuevo en el nido. Unos metros más allá, en el acantilado, un búho real había llegado minutos antes para posarse junto a sus dos pollos ya crecidos.
Unos cientos de metros más lejos, una hembra de alimoche incubaba sus huevos en una pequeña cueva en la que apenas cabía. Ya llevan varios años criando allí, pero la cigüeña negra que nidificaba a escasos metros ya no estaba, hace unos años que ha cambiado de sitio, desplazada por una pareja de buitres.
En Monfragüe siempre hay algo que ver, la densidad de aves rapaces es tan alta que es raro encontrar un cachito de cielo en el que no encontremos alguna. Y sobre todo para los que venimos del norte, donde prácticamente todas las rapaces que vemos volar sobre nuestras cabezas son ratoneros comunes, nos llama la atención la enorme variedad de especies: buitres negros y leonados, alimoches, águilas imperiales, culebreras, calzadas, milanos y si hay suerte alguna de las águilas perdiceras, que cada vez más amenazadas en la Península Ibérica, aún se pueden encontrar con relativa facilidad en Monfragüe.
El monte aún estaba verde por las últimas lluvias, pero en un par de semanas se habrá agostado y tomará el color amarillo y ocre del verano. Entre las jaras, muchas de las cuales aún conservaban las flores, los ciervos se guardaban del calor esperando a a la tarde para salir a los claros. En Monfragüe no tienen grandes depredadores que controlen su población y tanto ciervos como corzos se muestran muy confiados, sabiendo que tienen pocos peligros que los amenacen.
La visita obligada al Salto del Gitano, sin duda el observatorio ornitológico más conocido de España, nos deparó una sorpresa. A la larga lista de especies que han elegido estos impresionantes cortados sobre el Tajo para nidificar se les ha unido una nueva especie. Una pareja de Garzas reales había construido su nido en una encina justo enfrente del mirador. Mas retrasadas que los buitres leonados, algunos de los cuales ya tenían pollos muy crecidos, las garzas aún no habían hecho la puesta y se encontraban en plena fase de apareamiento.
Cerca del nido de las garzas se encontraba vacío el nido de las cigüeñas negras, sin duda el nido más visto y fotografiado de esta especie, no solo en el parque nacional sino en toda la Península. Hace unos años una pareja de buitres leonados las echó de su casa y se tuvieron que buscar un nuevo sitio en una roca sobre al agua a pocos metros de allí.
En estos cortados el año pasado anidaban 3 parejas de esta especie, pero este año solo hemos visto dos nidos, en los que aún no habían eclosionado los pollos. Al igual que ocurre con otras especies del parque, seguramente no haya un lugar mejor para ver a las cigüeñas negras que éste. Con un poco de suerte, en uno de los viajes que hacen al nido nos llegarán a pasar justo por debajo de nosotros, dejándonos imágenes que no solemos ver casi nunca.
Además de las "aves grandes" multitud de otras especies habituales en la zona también se dejaron ver. El infatigable roquero solitario cantaba sin descanso posándose a menudo en las rocas cercanas y junto a él, herrerillos, carboneros, colirrojos tizones y escribanos montesinos también se mostraban confiados posándose en ocasiones a menos de un metro de nosotros. Los aviones roqueros y las golondrinas dáuricas también volaban en círculos ante nuestros ojos, posándose de vez en cuando en las rocas donde habían construido sus nidos. Me entretuve con las golondrinas un buen rato, tratando de sacarles una foto, lo que no resultaba nada fácil ya que aparte de su pequeño tamaño en comparación con sus vecinos, se movían mucho más rápido, siendo casi imposible no solo hacerles una foto sino incluso llegar a encuadrarlos. Finalmente conseguí salvar un par de imágenes decentes.
Estos hirundínidos, al contrario que las golondrinas comunes no aprovechan las casas humanas para construir sus nidos y prefieren los cortados rocosos, aunque no le hacen ascos a otras construcciones como viaductos o túneles.
Pero además de aves, en Monfragüe también hay una buena variedad de anfibios y reptiles. Aunque esta vez muchas de las que especies que vimos otros años, como la culebra de herradura o la de escalera, no se dejaron ver y a pesar de que la víbora hocicuda sigue siendo una asignatura pendiente, algunas especies como la lagartija colilarga, el lagarto ocelado o el galápago leproso, si aparecieron.
Hace casi 30 años que visité Monfragüe por primera vez y desde entonces muchas cosas han cambiado. En esa primera visita este espacio era "sólo" un Parque Natural y no había prácticamente infraestructuras para los visitantes. Se podía acampar libremente cerca de Villarreal de San Carlos y no había las aglomeraciones que se encuentran ahora. A partir de 2007 Monfragüe se convirtió en el decimocuarto Parque Nacional de España. Esta nueva catalogación ha servido para aumentar su protección, aunque con la nueva ley de Parques Nacionales aprobada recientemente por el actual gobierno no se sabe muy bien, como afectará.
Después de tres intensos días en los que compartimos excursiones, cenas y risas con mis amigos de la asociación
Ardeidas, que nos llevan invitando desde hace tiempo a estas quedadas, llegaba la hora de marcharse. Todavía nos quedaba tiempo para hacer una última visita a las águilas imperiales antes de irnos.
Hay sitios a los que siempre apetece volver, y Monfragüe es uno de ellos.
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