sábado, 31 de octubre de 2015

Hayedos de otoño


Después de casi un mes encerrado en casa trabajando delante de la pantalla del ordenador, el cuerpo me pedía salir y desconectar. Hay veces, muchas, que necesito escaparme a la mar, escuchar el ruido de las olas y oler el salitre. Pero en esta época del año, durante unas pocas semanas, cuando el bosque se viste de otoño, no hay mejor lugar para perderse que un hayedo en la montaña.


Los hayedos son bosques limpios, casi como jardines ingleses. Al contrario que los robledales, en los hayedos apenas hay sotobosque, la disposición de las hojas y las ramas de las hayas apenas deja pasar la luz y son pocas las plantas que soportan esas condiciones de umbría durante gran parte del año.


Dentro de un par de semanas, los hayedos perderán su disfraz rojo y verde y se quedarán desnudos, pero solo será por un breve tiempo, pronto la nieve los cubrirá de blanco hasta que llegue la próxima primavera y vuelvan a despertar de nuevo.

NOTA: haced click en las fotos para verlas a mayor tamaño y con mejor calidad

jueves, 22 de octubre de 2015

Documental sobre las Salamandras de Oviedo

No es la primera vez que os hablo en este blog de las salamandras de Oviedo y seguramente no será la última. La historia de estos pequeños anfibios es tan sorprendente como interesante, no sólo por su biología, sino por todo lo que las rodea. La salamandra es un animal que aún hoy en día sigue despertando recelo y animadversión en muchas personas. Los mitos y leyendas que rodean a este animal nacieron en tiempos de Aristóteles y muchos de ellos, como su relación con el fuego, su comentada capacidad de envenenar fuentes y pozos  han perdurado hasta nuestros días, pese a ser completamente falsos.

Aunque ya sabíamos de la presencia de salamandras en Oviedo desde hacía mucho tiempo, desde que en 1928 el biólogo José Bernardez recogió unos ejemplares en los taludes de la estación del vasco y los envió a Alemania para que los clasificaran, no fue hasta hace unos pocos años cuando nos pusimos a trabajar en serio con ellas. 


Tras los primeros muestreos comprobamos que lejos de ser una especie rara en un ambiente aparentemente tan inhóspito como la ciudad, las salamandras eran muy abundantes y prácticamente no había apenas jardines o parques en los que no hubiera una población de esta especie. Tras siglos de urbanización, las salamandras habían sobrevivido al crecimiento urbano. Incluso dentro de las murallas del casco antiguo, entre las paredes de la catedral y del monasterio de las Pelayas, las salamandras habían llegado hasta nuestros días y se habían adaptado perfectamente a un hábitat muy distinto al que originalmente habían ocupado.

El hecho de que estas salamandras fueran capaces de parir crías completamente metamorfoseadas, que no necesitaban pasar por una fase acuática, como ocurre en la mayoría de las poblaciones de esta especie, habían contribuido sin duda a asegurar su supervivencia en la ciudad.

Hace unos meses, tras ponernos en contacto con la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo para comentarles la historia de nuestras salamandras, surgió la posibilidad de realizar un documental en el que explicáramos la historia de estos increíbles animales y su relación con la ciudad. Y finalmente la idea a llegado a buen puerto y nos han concedido un proyecto para realizarlo con la productora Documentazul S.L., así que os puedo adelantar que dentro de unos meses estará listo y en abierto para que todos los podáis ver.

El guión ya está prácticamente terminado y aprovechando que el otoño es la época de máxima actividad de las salamandras ya hemos comenzado a grabar, tanto en exteriores como en estudio. Con el fin de obtener algunas escenas en las que resultaba necesario utilizar técnicas de aproximación hemos construido un pequeño estudio simulando un pequeño trocito de su hábitat.

Jorge Chachero haciendo el trabajo duro y el resultado sobre la mesa

El primer paso fue "cortar" un parche de prado, y ponerlo sobre una mesa de jardín. Las hojas y las flores de azafrán silvestre (Crocus sp.) le daban el toque otoñal que buscábamos. Solo faltaba completar el decorado con algunas piedras y llevarlo todo al estudio, donde sería más fácil controlar la iluminación.


Después de colocar unos focos y unos pantallas translúcidas para difuminar la luz y simular un ambiente de penumbra, comenzamos la grabación. No resulta sencillo, porque al trabajar con una iluminación tan suave y con objetivos macro, es muy normal que los "actores" se salgan del plano, por lo que lo mejor es dejarlos tranquilos y esperar a que sean ellos los que se comporten naturalmente.


Armados de paciencia y después de varias horas conseguimos los primeros planos de una de las hembras con dos de sus crías recién nacidas. Como podéis comprobar, las crías son réplicas en miniatura de los adultos y completamente independientes desde el momento del nacimiento.

Pero como ya he comentado, no todas las poblaciones de salamandra común paren crías completamente metamorfoseadas. En la mayoría de su área de distribución, incluso en muchas poblaciones cercanas a Oviedo, las salamandras paren larvas que necesitan pasar por una fase acuática antes de salir a tierra firme.


Estas larvas acuáticas, al igual que ocurre con las de otros anfibios urodelos, como los tritones, tienen branquias externas con las que son capaces de respirar el oxígeno disuelto en el agua. Asimismo, como podéis comprobar en los dos fotogramas anteriores, están muy poco pigmentadas. Después de un tiempo variable, que depende del estado de desarrollo en el que hayan nacido, las branquias se reabsorberán y abandonará el agua.

En los próximos días continuaremos con la grabación de exteriores. Ya os iré contando los progresos. 

viernes, 9 de octubre de 2015

Esos incómodos investigadores

Hace unos pocos días nos enterábamos de la fulminante destitución del director de la Estación Biológica de Doñana (EBD), Juan José Negro, por parte del presidente del CSIC. El motivo de esta destitución, según el CSIC, es la "pérdida de confianza", sobre todo por parte del propio presidente del CSIC, Eduardo Lora-Tamayo y del coordinador del CSIC en Andalucía, Miguel Ferrer.

Antes de nada convendría explicar como se nombran estos cargos, porque quizás eso ayude a entender esta decisión. El director de un instituto del CSIC, como la EBD se elige democráticamente por los miembros del claustro de dicho centro. Tal como explicaba el Dr. Negro en una reciente entrevista, en unas primeras elecciones los investigadores de plantilla del centro votan al candidato y una vez que se gana esa elección, se produce una nueva votación, esta ver por parte de la Junta del Instituto, formada por el personal investigador y el no investigador. Una vez ganadas ambas elecciones y una vez que se pronuncie el Comité Científico Asesor (formado por investigadores de prestigio) se comunica la decisión al presidente del CSIC que es el que hace formalmente el nombramiento. En resumidas cuentas, el director de un centro de este tipo se elige democráticamente entre el personal del centro, básicamente investigador.

En el caso del presidente del CSIC, ese cargo es nombrado a dedo por el gobierno, o sea, que es un cargo de confianza en este caso del Partido Popular, que es el que lo ha nombrado. Asimismo, el cargo de los delegados territoriales, también es nombrado a dedo por el presidente del CSIC. Resumiendo, son cargos políticos de confianza.

Después de estas explicaciones quizás se entienda mejor que la llamada "perdida de confianza" por parte de estos dos cargos políticos es sencillamente una pérdida de confianza por parte del gobierno que los nombró a dedo.

¿Pero que pudo ocasionar esa "perdida de confianza? 
Hace unos meses se convocó un concurso promovido por la junta de Andalucía para adjudicar los derechos mineros del yacimiento de Aznalcóllar, una explotación marcada por el desastre ecológico ocurrido el 25 de abril de 1998, cuando la rotura de la balsa de residuos de la multinacional sueca Boliden liberó al río Guadiamar, principal afluente de Doñana, seis hectómetros cúbicos de lodos tóxicos. Esta catástrofe ecológica, sin precedentes en España, quedó finalmente impune, y el Tribunal superior de justicia eximió a la empresa del pago de ningún tipo de indemnización.

Hace dos años, la Junta de Andalucía anunció un concurso internacional para reabrir la explotación de Aznalcóllar, que finalmente fue adjudicado en febrero de este año a la empresa  Minorbis, filial del Grupo Magtel. Días después de esta resolución, la empresa Emerita Resources que también se había presentado al concurso, denunció ante el Juzgado de Instrucción de Sevilla la posible prevaricación, cohecho y fraude en dicha adjudicación. 

Y al juicio que siguió a esta demanda, acudió como perito Juan José Negro, que declaró que la adjudicación contenía "errores de bulto", ya que apreció graves incorrecciones que hacían inviable los planes técnicos propuestos por la empresa Minorbis. entre otras cosas porque usaban datos que se habían inventado sin nombrar la fuente y que incluso había sumas con resultados incorrectos.

Aquí cavó su tumba el Dr. Negro. Había metido las narices en un asunto muy feo y había dado su opinión como experto, que por cierto era su obligación. No parece casual que una de las personas que decían haber perdido su confianza fuera el coordinador del CSIC en Andalucía, Miguel Ferrer, que a través de la Fundación Migres es asesor ambiental de la empres Minorbis. ni que el propio Miguel Ferrer, después de ser contratado por el Puerto de Sevilla intentara sustituir a Juan José Negro al frente de la EBD.

Paso de la romería de El Rocío por el PN de Doñana (foto EFE)

Pero que Juan José Negro era una persona incómoda para el gobierno y "otras instituciones" ya había quedado patente cuando en junio del año pasado se atrevió a criticar el estado en el que quedaba el Parque Nacional de Doñana después de cada romería de El Rocío. Al igual que en el caso de la adjudicación de la mina, el director de la EBD con estas declaraciones no hacía más que realizar su trabajo, ya que este instituto es el encargado de gestionar la Reserva Biológica de Doñana, un lugar de gran importancia ecológica donde solo pueden entrar 140 personas al día siguiendo unos itinerarios marcados y vigilados. Salvo durante la romería de El Rocio, cuando vale todo. Lo único que pedía era que no se usaran vehículos a motor, que se tirara la basura en contenedores y en resumen, que la gente fuera respetuosa ya que el PN de Doñana tiene el máximo nivel de protección. 

En una carta publicada hace un par de días y escrita por Miguel Delibes (director de la EBD entre 1988 y 1996), con el título Terremoto en Doñana (os recomiendo que la leáis y no os quedéis en el titular), explica muy sutilmente lo ocurrido estos días. Frases como "Me debo al gobierno que me ha nombrado", dicha por el director del CSIC cuando Delibes era director de la EBD lo dejan muy claro. Según comenta el propio Delibes en su carta, Juan José Negro "se ha hartado de Blancanieves y ha optado por cobrarse su corazón".

No es un caso aislado
Aunque el caso de la destitución del Dr. Negro como director de la EBD haya sido el caso más sonado de los últimos años, la presión que tienen que soportar los investigadores por parte de las altas esferas no son algo nuevo. Los investigadores son personajes incómodos, sobre todo cuando salen de sus laboratorios o se descuelgan los prismáticos y aparecen en público a exponer los datos de su trabajo y a dar su opinión, sobre todo si esa opinión no es del agrado de las grandes empresas, de la linea marcada por el partido del gobierno o incluso de la Iglesia.

No son pocas las ocasiones en que los investigadores han sido tachados de alarmistas, de agoreros y hablando en plata, de rompehuevos, por altos cargos de la administración. La sucesión de chistes, alusiones a parientes y descalificaciones hacia los investigadores que apoyándose en años de trabajo alertaban a las autoridades de los efectos del cambio climático, han sido frecuentes en los últimos años. El desprecio de la Administración hacia los científicos que estudiaron los efectos del vertido del Prestige fue tan escandaloso que ni siquiera se les consultó a la hora de abrir los caladeros tras la catástrofe. Se les tachó de interesados y de afán de protagonismo por exponer unos estudios en los que se se consideraba precipitada dicha apertura por el riesgo para la salud pública.

Los informes de los especialistas sobre los controles de depredadores, sobre repoblaciones y gestión piscícola, sobre los dragados de los ríos, sobre energía o sobre conservación de especies y espacios protegidos, muchas veces encargados por la propia Administración, se amontonan sobre las mesas de los cargos políticos y ni siquiera son tomados en cuenta para tomar decisiones. Son informes incómodos porque se basan en datos científicos y lo que interesa es satisfacer a los votantes, aunque las decisiones que se tomen sean erróneas (y ellos lo saben). No han sido pocos los cargos políticos que han calificado de cazasubvenciones, de "pseudocientíficos urbanitas" o de "vivir a cobijo de las universidades" a los investigadores que cuestionaban sus decisiones.

De los científicos se espera que estén y que no molesten. Que hagan sus cositas y que den lustre a la "Marca España", a pesar de los continuos recortes en las partidas destinadas a investigación que cada vez hacen más difícil su trabajo. Y sutilmente se les recuerda que ese dinero para investigación es escaso y que hay que ser bueno y dócil para que te toque algo. 

Y esas descalificaciones y desprecio hacia los investigadores por parte de la administración, desgraciadamente han ido calando en nuestra sociedad. Los investigadores son de los pocos profesionales que tienen que justificar continuamente el sueldo que reciben por hacer su trabajo. La idea de que los investigadores son cazasubvenciones o que lucran con proyectos de investigación ha llegado a un límite tan grotesco que parece asumido que un investigador debe trabajar exclusivamente por amor al arte. Parece que hace falta recordar que el dinero que se recibe en los proyectos de investigación no va al bolsillo del investigador, sino que se destina a los gastos generados por dicho proyecto y a pagar sueldos del personal contratado para ejecutarlo. Tampoco está de mas recordar que no son pocos los investigadores que acaban financiando gran parte de los gastos de sus investigaciones con su propio dinero. Ni tampoco debe olvidarse que el dinero invertido en investigación revierte en la sociedad, normalmente multiplicado por tres.

La forma en la que se ha producido la destitución del director de la EBD nos confirma lo mucho que nos queda para ponernos a la altura de otros países de nuestro entorno, donde la investigación es considerada como una pieza imprescindible para el desarrollo social, donde los investigadores son reconocidos y consultados para la toma de decisiones. La investigación y los organismos que la dirigen no deben estar supeditados a los intereses políticos de cada momento porque si lo sigue estando solo servirá para que pierda el rigor que se le supone.

NOTA: para evitar malentendidos quiero aclarar que en este post no valoro en ningún momento la actividad investigadora del Dr. Negro ni su labor como director de la EBD, simplemente comento la forma en la que se produjo su destitución y los acontecimientos que tuvieron lugar antes de que esta se produjera. 

lunes, 5 de octubre de 2015

Berrea en el valle del Tietar

El pasado fin de semana, aprovechando que presentaba el libro en Talavera de la Reina, mi amigo Miguel Angel de la Cruz me invitó a ver la berrea desde un hide que tienen instalado desde hace años en una finca del Valle del Tietar, en las faldas de la sierra de Gredos. Yo siempre había disfrutado de este espectáculo en los montes de Asturies, donde los ciervos se escuchan más que se ven, donde aparecen furtivamente entre las escobas y helechos cuando refresca la tarde y abandonan el bosque. 


La berrea en las dehesas del centro y sur de la península ibérica no tienen nada que ver con la que estaba acostumbrado a ver en el norte. En los paisajes abiertos entre las encinas, los machos de ciervo pueden llegar a reunir harenes de varias decenas de hembras, algo insólito en las montañas del norte. La orografía de la cordillera y la menor densidad de animales no permiten estas aglomeraciones, como ocurre en las dehesas del centro y el sur.

Llegamos a la finca poco después de las cuatro de la tarde, con una temperatura muy alta para el mes de octubre que acaba de comenzar, aunque con alguna racha de viento que refrescaba el ambiente. La falta de lluvias y las altas temperaturas no eran las mejores condiciones para la berrea, pero poco después de bajarnos del coche ya escuchamos los primeros bramidos que hacían presagiar una buena tarde.


Poco después de meternos en el hide apareció el primer grupo de ciervos. Uno de los machos había reunido un grupo de unas 15 hembras y corría de un lado hacia otro intentando que no se dispersaran mientras expulsaba a otros competidores que intentaban acercarse.


De vez en cuando olfateaba a alguna de las hembras para comprobar si ya habían entrado en celo. No todas las hembras del harén entran en celo al mismo tiempo, por lo que deben ser "controladas" continuamente para poder aparearse con ellas en el momento adecuado. La duración de la berrea depende básicamente del celo de las hembras, si ellas están en buena condición y entran en celo a la vez, la berrea será corta, pero si hay alguna hembra en mala condición la berrea se alarga, y si la mayoría están mal, la berrea se retrasa.


Toda la dehesa era un continuo coro de bramidos, que eran producidos tanto por los grandes machos que monopolizaban las hembras como por los machos más jóvenes que trataban de ocupar su lugar. Este inconfundible sonido está dirigido sobre todo a otros machos, y tiene por objeto amedrentar a los rivales evitando de esa forma luchar con ellos continuamente. Algunos estudios han sugerido que la tasa de berridos por unidad de tiempo que emite un macho está relacionada con su fortaleza, por lo que puede ser una referencia para los rivales que les sirve para decidir retar o no a un oponente.


Pero cuando las fuerzas están igualadas y los bramidos son de una intensidad parecida, se producen las luchas, en las que los machos entrelazan sus cuernas y se empujan para medir sus fuerzas. La mayoría de estas peleas son incruentas y suelen terminar cuando uno de los machos, el más débil se retira del combate y se aleja.


Tras un par de semanas de berrea muchos machos se encuentran totalmente agotados y no es raro que se tumben a la sombra de las encinas para aliviarse del intenso calor. A pesar del cansancio, la tregua duró poco tiempo y el macho dominante se levantó a los pocos minutos para seguir con la frenética actividad de mantener unido al harén y perseguir a los rivales.


A medida que iba cayendo la tarde la intensidad de la berrea fue en aumento y tanto machos como hembras volvieron a salir al claro aprovechando el descenso de la temperatura. Y no solo los ciervos se dejaron ver, un grupo de jabalíes apareció entre las encinas y pasaron a pocos metros del hide donde seguíamos escondidos.


Tampoco se quiso perder la fiesta un zorro, que más lejos de nosotros se detuvo a comer algo que no logramos identificar. Poco a poco la luz fue haciéndose más tenue y aunque aún se podía ver perfectamente, ya teníamos que forzar las cámaras para captar las imágenes. Era hora de marcharse y mientras nos alejábamos en el coche, cuando ya solo se veía la luz de las estrellas, aún se seguían escuchando los bramidos de los venados. Seguramente durará un par de semanas más, hasta que las últimas hembras entren en celo y los machos, agotados tras el esfuerzo se retiren a descansar.

NOTA: haced click en las fotos para verlas a mayor tamaño.

jueves, 1 de octubre de 2015

Misiles, submarinos y piratas: diseños evolutivos

A lo largo de millones de años los animales han tenido que adaptarse a un ambiente cambiante y han competido entre ellos por los recursos. Esta competencia fue la responsable de que muchos animales que habían abandonado los mares y océanos para colonizar la tierra firme regresaran al agua para aprovechar unos nichos tróficos que hasta ese momento nadie ocupaba.

Al igual que un grupo de mamíferos con pezuñas y con una dieta carroñera empezó a internarse el el océano en el Eoceno superior para dar lugar a los actuales cetáceos, un grupo de aves terrestres evolucionaron desde el Mesozoico para dar lugar a las aves marinas.

Gaviota patiamarilla (Larus michaellis) en plumaje invernal

Los recientes análisis genéticos y paleontológicos parecen confirmar que todos los grupos actuales de aves marinas evolucionaron a partir de dos géneros de aspecto muy distinto: Ichtiornix y Hesperornix. Mientras que Ichtiornix guardaba un gran parecido con las actuales gaviotas, Hesperornix ya había perdido la mayoría de los huesos del ala y no tenía capacidad de volar pero era un gran buceador. 

Alcatraz atlantico adulto. Un dinosaurio volador

Casi todas las actuales aves marinas descienden de estos dos ancestros primitivos, y han seguido evolucionando desde entonces hasta nuestros días. Una gran cantidad de estos cambios, tanto morfológicos como fisiológicos han estado relacionados con la búsqueda de alimento y con la manera de conseguirlo. Todas las aves marinas son carnívoras, alimentándose sobre todo de peces, aunque muchas de ellas consumen krill o incluso medusas.

Alcatraz joven (Morus bassanus) en pleno picado

Pero la forma de capturar esos peces es muy variada. Mientras que algunas, como las gaviotas, se tienen que conformar con capturar el alimento en la superficie del agua, otras, como los alcatraces y los piqueros, se lanzan en picado desde las alturas a 100 km/h para sorprender a los peces. En el último momento pliegan las alas y entran en el agua como un misil para alcanzar varios metros de profundidad.


Otras, como los cormoranes, pescan persiguiendo a los peces bajo el agua. Para ello, primero introducen la cabeza en el agua mientras nadan hasta localizar a una posible presa. Una vez que la ven, dan un salto en la superficie y se sumergen para bucear tras ella hasta que la capturan, aunque es cierto que la muchos de esos intentos acaban en fracaso. Durante la inmersión, los cormoranes solo usan sus patas para desplazarse y su cola como timón. Las alas permanecen pegadas al cuerpo ya que no las necesitan para bucear. Esta "inutilidad" de las alas para la pesca ha hecho que una especie de esta familia, el cormorán áptero de las Galápagos (Phalacrocorax harrisi) haya acabado prescindiendo de ellas. 


Cuando un ancestro del cormorán áptero llegó al remoto archipiélago de Galápagos se encontró en un ambiente lleno de alimento en el que no había ningún depredador terrestre del que tener que huir volando. En esas condiciones y teniendo en cuenta que las alas no las necesitaba para pescar, esos apéndices resultaban solo un estorbo. A lo largo de miles de generaciones, los cormoranes que tenían alas más pequeñas resultaban más exitosos en la pesca y por lo tanto tenían un mayor éxito reproductivo. Actualmente, los comoranes de Galápagos tan solo tienen unas pequeñas alas no funcionales que seguramente acabaran perdiéndose completamente dentro de otras tantas generaciones.

Pero si hay una táctica que ha evolucionado en casi todos los grupos animales a la hora de conseguir el alimento esa es la piratería. ¿Por qué buscarte la comida si se la puedes robar al vecino? Y entre las aves marinas no podían faltar los piratas. Si en los mares tropicales son las fragatas las que roban el alimento a otras aves, en nuestros mares, son los págalos los que atemorizan y persiguen a otras aves marinas para que les entreguen sus capturas.


El págalo grande (Stercorarius skua) es el más grande y fuerte de todos los págalos, y acosa tanto a los pequeños charranes como a los grandes alcatraces. La estrategia de los págalos es perseguir a otras aves hasta que estas, agotadas y cansadas acaban soltando sus presas, tanto las que llevan en el pico como las que llevan dentro del buche. Pero además de piratas, los págalos grandes se comportan como auténticas aves de presa, pudiendo dar caza a aves más pequeñas o incluso de su mismo tamaño.

Págalo parásito (arriba) y págalo pomarino acosando a una gaviota patiamarilla (abajo)

Además de los págalos grandes, otras tres especies de págalos pueden verse en nuestros mares: el págalo parásito (Stercorarius parasíticus), el págalo pomarino (Stercorarius pomarinus) y el págalo rabero (Stercorarius longicaudus). Estas tres especies, de menor tamaño que el skua, son también mucho más ágiles y son capaces de hacer quiebros en el aire con mayor destreza que su pariente.


Pero la paciencia tiene un límite y no son pocas las ocasiones en que se cambian las tornas y los ataques de los págalos acaban volviéndose en su contra, siendo sus potenciales presas las que acaban persiguiéndolos a ellos para quitárselos de encima.


Aparte de los especialistas en piratería, otras muchas aves pueden convertirse en piratas esporádicos si el hambre les aprieta. Incluso las pardelas, como pudimos observar hace unos días a varias millas de la costa asturiana pueden acosar y perseguir a las gaviotas para conseguir un poco de pescado.

Misiles, nadadores, buceadores y piratas han sabido adaptarse al medio marino y sobrevivir hasta nuestros días, pero tal como comentaba en la entrada anterior, todos estos millones de años de evolución no han servido de nada para adaptarse a nosotros. En tan solo 60 años, las poblaciones de aves marinas en todo el mundo han caído más de un 70% y nosotros somos los responsables directos de su desaparición.