Tras la dimisión de Belén Fernández, la anterior consejera de Infraestructuras, Ordenación del Territorio y Medio Ambiente del Principado de Asturias, ha llegado un nuevo consejero con ganas de cambiar las cosas. Por cierto, juntar Infraestructuras con Medio Ambiente siempre me ha recordado a la famosa frase de Groucho Marx sobre la Inteligencia militar, que con buen criterio había definido como una "contradicción en los términos".
El nuevo consejero es el señor Fernando Lastra, un auténtico hombre de partido que ha venido para poner orden y para hacer olvidar las acusaciones que han perseguido a su predecesora durante los meses anteriores a su dimisión. Tanto Belén Fernández como María Jesús Álvarez (Consejera de Desarrollo Rural y Recursos Naturales) habían sido reprobadas por el parlamento asturiano por lo que consideraban una "nefasta gestión" y "falta de liderazgo" frente a problemas como la contaminación o la gestión de los daños de la fauna salvaje a la ganadería y la agricultura. Y por supuesto habían sido criticadas enérgicamente por el colectivo de ganaderos, que las acusaban de ser demasiado tibias con el lobo, para el que exigían más "controles" e incluso la erradicación de la especie, al considerarla "incompatible" con su actividad.
En los últimos años el lobo ha abandonado el monte y se ha instalado en la sede del parlamento asturiano, donde es usado como arma arrojadiza para criticar a los oponentes políticos. Y ha abandonado el monte hace casi tanto tiempo como la ciencia y los datos han desaparecido del vocabulario de sus señorías para dejar paso a las habladurías, las supersticiones y las amenazas. Todos los grupos políticos proponen medidas para "atajar el problema" y en esa escalada de propuestas ya han aparecido las palabras "eliminación" y "erradicación", después de las cuales ya poco más se puede pedir, aparte de una muerte lenta y con sufrimiento, algo que a tenor del ímpetu de algunos diputados no sería descartable.
Hay que dejarse de paños calientes. Poco importa que los datos oficiales sigan siendo tozudos y confirmen que los daños en Asturias sólo afectan al 0,77% de la cabaña ganadera. Poco importa que el dinero pagado por los daños del lobo en el Parque Nacional de Picos de Europa (el único parque nacional español con presencia estable de esta especie) haya supuesto un desembolso de 61.000 euros en 2016 frente a los 3 millones y medio de euros del presupuesto asignado a este espacio protegido en el mismo año.
Han pasado dos meses desde la toma de posesión del nuevo consejero y en ese tiempo ya les ha dejado claro a los ganaderos que adoptará las medidas necesarias para ponerse a la altura del resto de partidos políticos. Ha prometido mano dura y los ganaderos y alcaldes de los concejos rurales "están ilusionados".
Entre las nuevas medidas propuestas por el señor Lastra se incluyen las de matar más lobos en el Parque Nacional y la reciente propuesta de permitir a los cazadores solicitar "un número ilimitado de batidas de lobos" desde el próximo 15 de septiembre. Al mismo tiempo ha exigido a los ecologistas "más rigor" a la vez que les pedía que no fueran "tan impulsivos", con ese tono paternalista y jovial que tanto agrada a los políticos profesionales. Quizás debería aplicarse el señor Lastra ese mismo rigor que solicita y tomar en consideración los numerosos trabajos científicos, algunos financiados por su propio gobierno, que desaconsejan esas medidas, al mismo tiempo que debería ser riguroso y cauto a la hora de proponer manga ancha a los cazadores cuando su propio gobierno mantiene al lobo como especie "no cinegética".
¿Por qué el lobo le preocupa tanto a los políticos?
No deja de resultar curioso que frente a los numerosos problemas que acucian al sector primario, el lobo sea el que más portadas de periódicos ocupa y el que más tiempo está en boca de los políticos. Otros como el precio del combustible, el precio de los piensos, las cantidades irrisorias que pagan las grandes corporaciones por el litro de leche, o los amplios márgenes de beneficio que tienen los intermediarios frente a los que tienen los productores, ocupan un segundo plano, quizás porque hacer batidas entre los directivos de las grandes corporaciones no este bien visto. Para buscar una solución a estos problemas sería necesario enfrentarse a unas empresas y a unos sectores a los que no conviene importunar, por lo que buscar un cabeza de turco que no proteste es una solución muy apropiada para calmar las aguas sin molestar demasiado.
¿Pero qué es lo que realmente está detrás de esa animadversión por el lobo? ¿Por qué el lobo es el protagonista de los más acalorados debates, mitines y puestas en escena de los políticos durante las campañas electorales? Quizás haya que detenerse un poco en la particular idiosincrasia electoral asturiana.
Asturias es una comunidad autónoma uniprovincial que se divide en tres circunscripciones electorales, lo que la convierte junto a Murcia en la única comunidad autónoma peninsular que emplea como como circunscripción electoral unas zonas inferiores a la provincia. Esta división en tres zonas se estableció a partir de la Ley 14/1986, de 26 de diciembre, con el propósito de dar más peso a las alas occidentales y orientales, que tenían menor población que la central. Un argumento que el tiempo se ha encargado de tirar por tierra desde el momento en el que son los partidos y no las circunscripciones los que ponen y quitan a los candidatos en las listas electorales, y por otra parte, la disciplina de partido hace que sean anecdóticas las veces que un diputado, por muy arraigado que este a su circunscripción, vote en contra de las decisiones de su partido.
El resultado de esta particularidad electoral es el responsable de que el partido que gobierne no tenga que ser necesariamente el partido más votado, ya que los votos de las alas "valen más" que los de la zona central. También es responsable de que en no pocas ocasiones, un escaño que puede dar la mayoría parlamentaria se dirima por unas decenas de votos, normalmente en aquellas circunscripciones donde el precio de un escaño es "más barato". Basten como ejemplo los datos de las elecciones celebradas en marzo de 2015, cuando en el reparto de escaños, para cada diputado se necesitaron 21860 votos en la circunscripción central, 17387 en la occidental y tan solo 12808 en la oriental. No hace falta ser muy perspicaz para entender que el voto de un ciudadano de Onís vale casi el doble que el de uno de Oviedo, Gijón o Langreo, por ejemplo.
A la vista de estos números, resulta evidente donde se juegan los partidos políticos sus resultados, donde se deben hacer los mayores esfuerzos para obtener votos y qué temas hay que tocar para ganar el voto rural, concentrado en las circunscripciones oriental y occidental. Precisamente por eso, mientras en otras comunidades autónomas los políticos en campañas visitan asilos, colegios y besan niños por las calles, en Asturias, los políticos visitan mercados y ferias, acarician vacas, comen queso y piropean a ovejas y gallinas.
El nuevo consejero es el señor Fernando Lastra, un auténtico hombre de partido que ha venido para poner orden y para hacer olvidar las acusaciones que han perseguido a su predecesora durante los meses anteriores a su dimisión. Tanto Belén Fernández como María Jesús Álvarez (Consejera de Desarrollo Rural y Recursos Naturales) habían sido reprobadas por el parlamento asturiano por lo que consideraban una "nefasta gestión" y "falta de liderazgo" frente a problemas como la contaminación o la gestión de los daños de la fauna salvaje a la ganadería y la agricultura. Y por supuesto habían sido criticadas enérgicamente por el colectivo de ganaderos, que las acusaban de ser demasiado tibias con el lobo, para el que exigían más "controles" e incluso la erradicación de la especie, al considerarla "incompatible" con su actividad.
En los últimos años el lobo ha abandonado el monte y se ha instalado en la sede del parlamento asturiano, donde es usado como arma arrojadiza para criticar a los oponentes políticos. Y ha abandonado el monte hace casi tanto tiempo como la ciencia y los datos han desaparecido del vocabulario de sus señorías para dejar paso a las habladurías, las supersticiones y las amenazas. Todos los grupos políticos proponen medidas para "atajar el problema" y en esa escalada de propuestas ya han aparecido las palabras "eliminación" y "erradicación", después de las cuales ya poco más se puede pedir, aparte de una muerte lenta y con sufrimiento, algo que a tenor del ímpetu de algunos diputados no sería descartable.
Hay que dejarse de paños calientes. Poco importa que los datos oficiales sigan siendo tozudos y confirmen que los daños en Asturias sólo afectan al 0,77% de la cabaña ganadera. Poco importa que el dinero pagado por los daños del lobo en el Parque Nacional de Picos de Europa (el único parque nacional español con presencia estable de esta especie) haya supuesto un desembolso de 61.000 euros en 2016 frente a los 3 millones y medio de euros del presupuesto asignado a este espacio protegido en el mismo año.
Han pasado dos meses desde la toma de posesión del nuevo consejero y en ese tiempo ya les ha dejado claro a los ganaderos que adoptará las medidas necesarias para ponerse a la altura del resto de partidos políticos. Ha prometido mano dura y los ganaderos y alcaldes de los concejos rurales "están ilusionados".
Entre las nuevas medidas propuestas por el señor Lastra se incluyen las de matar más lobos en el Parque Nacional y la reciente propuesta de permitir a los cazadores solicitar "un número ilimitado de batidas de lobos" desde el próximo 15 de septiembre. Al mismo tiempo ha exigido a los ecologistas "más rigor" a la vez que les pedía que no fueran "tan impulsivos", con ese tono paternalista y jovial que tanto agrada a los políticos profesionales. Quizás debería aplicarse el señor Lastra ese mismo rigor que solicita y tomar en consideración los numerosos trabajos científicos, algunos financiados por su propio gobierno, que desaconsejan esas medidas, al mismo tiempo que debería ser riguroso y cauto a la hora de proponer manga ancha a los cazadores cuando su propio gobierno mantiene al lobo como especie "no cinegética".
¿Por qué el lobo le preocupa tanto a los políticos?
No deja de resultar curioso que frente a los numerosos problemas que acucian al sector primario, el lobo sea el que más portadas de periódicos ocupa y el que más tiempo está en boca de los políticos. Otros como el precio del combustible, el precio de los piensos, las cantidades irrisorias que pagan las grandes corporaciones por el litro de leche, o los amplios márgenes de beneficio que tienen los intermediarios frente a los que tienen los productores, ocupan un segundo plano, quizás porque hacer batidas entre los directivos de las grandes corporaciones no este bien visto. Para buscar una solución a estos problemas sería necesario enfrentarse a unas empresas y a unos sectores a los que no conviene importunar, por lo que buscar un cabeza de turco que no proteste es una solución muy apropiada para calmar las aguas sin molestar demasiado.
¿Pero qué es lo que realmente está detrás de esa animadversión por el lobo? ¿Por qué el lobo es el protagonista de los más acalorados debates, mitines y puestas en escena de los políticos durante las campañas electorales? Quizás haya que detenerse un poco en la particular idiosincrasia electoral asturiana.
Asturias es una comunidad autónoma uniprovincial que se divide en tres circunscripciones electorales, lo que la convierte junto a Murcia en la única comunidad autónoma peninsular que emplea como como circunscripción electoral unas zonas inferiores a la provincia. Esta división en tres zonas se estableció a partir de la Ley 14/1986, de 26 de diciembre, con el propósito de dar más peso a las alas occidentales y orientales, que tenían menor población que la central. Un argumento que el tiempo se ha encargado de tirar por tierra desde el momento en el que son los partidos y no las circunscripciones los que ponen y quitan a los candidatos en las listas electorales, y por otra parte, la disciplina de partido hace que sean anecdóticas las veces que un diputado, por muy arraigado que este a su circunscripción, vote en contra de las decisiones de su partido.
El resultado de esta particularidad electoral es el responsable de que el partido que gobierne no tenga que ser necesariamente el partido más votado, ya que los votos de las alas "valen más" que los de la zona central. También es responsable de que en no pocas ocasiones, un escaño que puede dar la mayoría parlamentaria se dirima por unas decenas de votos, normalmente en aquellas circunscripciones donde el precio de un escaño es "más barato". Basten como ejemplo los datos de las elecciones celebradas en marzo de 2015, cuando en el reparto de escaños, para cada diputado se necesitaron 21860 votos en la circunscripción central, 17387 en la occidental y tan solo 12808 en la oriental. No hace falta ser muy perspicaz para entender que el voto de un ciudadano de Onís vale casi el doble que el de uno de Oviedo, Gijón o Langreo, por ejemplo.
A la vista de estos números, resulta evidente donde se juegan los partidos políticos sus resultados, donde se deben hacer los mayores esfuerzos para obtener votos y qué temas hay que tocar para ganar el voto rural, concentrado en las circunscripciones oriental y occidental. Precisamente por eso, mientras en otras comunidades autónomas los políticos en campañas visitan asilos, colegios y besan niños por las calles, en Asturias, los políticos visitan mercados y ferias, acarician vacas, comen queso y piropean a ovejas y gallinas.
En Asturias, los que ven al lobo como el mayor de sus problemas, al igual que el señor Cayo en la novela de Delibes, son los que tiene la sartén por el mango, aunque para lograr su voto haya que mentir, ignorar informes científicos e incluso atemorizar a la gente con hipotéticos ataques a personas, confirmando por enésima vez la bajeza moral que pueden alcanzar algunas personas con tal de asegurarse un acolchado acomodo durante cuatro años.
El supuesto problema del lobo no es un problema ecológico, ni económico, ni mucho menos de seguridad pública. El problema del lobo es única y exclusivamente un problema político, o más bien un problema de los políticos.
El supuesto problema del lobo no es un problema ecológico, ni económico, ni mucho menos de seguridad pública. El problema del lobo es única y exclusivamente un problema político, o más bien un problema de los políticos.
Lucido análisis de la situación entre tanto alarde de ignorancia, visceralidad y, sobremanera, irresponsabilidad por parte de los responsables de la gestión del medio natural.
ResponderEliminarMas claro agua....
ResponderEliminarExcelente y clara exposición.
ResponderEliminarmuy bueno David, nada que añadir, de hecho lo mismo valdria para explicar la gestion de los incendios forestales, los rios, etc...en fin
ResponderEliminarEvidentemente, Jaime, lo mismo vale para los incendios, la "limpieza" de los ríos, la caza la pesca y todo lo demás.
Eliminarun saludo
Al final todo se resume en eso, en un puñado de votos, por lo que no hay que echarle toda a la culpa a los políticos, sino a los que los ponen en su sofá. Si la mayoría de la población estuviera a favor de la conservación del medio ambiente, los políticos cambiarían sus propuestas, pero se ve que a la gente el medio ambiente se la sopla, a no ser que sea para exprimirlo y sacar tajada.
ResponderEliminar¿y no bastaría con cambiar la ley electoral para evitar este desigual reparto de los votos/escaño? Esta claro que hay decisiones -como el fin de los acotados al pastoreo por incendio- que sólo tienen como fin "rebañar" votos, sin importar los medios.
ResponderEliminarEntre otras cosas, pero como ocurre con todas las leyes electorales, los partidos políticos que más se benefician de ellas son los que más diputados tienen y por lo tanto los que con sus votos impiden que salgan adelante esas reformas. Es la pescadilla que se muerde la cola.
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