Hace unos días se publicó una noticia en numerosos medios extranjeros que rápidamente corrió como la pólvora por las redes sociales: Nigel, el alcatraz solitario, se había muerto en la lejana isla de Mana, en Nueva Zelanda. Nigel era un Alcatraz de El Cabo (Morus capensis), un ave marina que habita en el hemisferio sur y que tiene sus colonias de cría más importantes en Sudáfrica y en Namibia. Esta especie es un pariente cercano del alcatraz atlántico que estamos acostumbrados a ver frente a nuestras costas durante las migraciones y que se reproduce en el Atlántico norte.
El Alcatraz de El Cabo tiene actualmente una población estimada de 250.000 ejemplares, y aunque se ha reducido considerablemente en los últimos años, la muerte de uno de ellos no sería algo noticiable a no ser que se tratara de un animal diferente al resto. Y Nigel lo era.
Colonia de cría de Alcatraz de El Cabo
La población global de alcatraces de El Cabo ha sufrido un importante descenso en los últimos años, que según algunos ha significado una reducción del 50 al 79% en las últimas tres generaciones (BirdLife International, 2017), por lo que ha sido recientemente catalogado como En Peligro. Con el fin de revertir esta situación en muchos lugares de su área de distribución se están desarrollando proyectos de conservación que entre otras actuaciones tratan de favorecer la recolonización en islas donde estas aves han desaparecido.
Los alcatraces, al igual que la mayoría de las aves marinas, son especies coloniales que pueden reunirse en colonias de cientos o incluso miles de parejas. Aunque las teorías clásicas sostenían que los animales se agrupaban para protegerse conjuntamente de los depredadores, a finales del siglo XX se propuso la "hipótesis de la selección de bienes" (Commodity selection) para explicar la evolución de la coloniabilidad. Según esta hipótesis, los animales no estarían seleccionando "conscientemente" juntarse en una colonia, sino que que estarían seleccionando ciertas ventajas de un determinado lugar, como un buen sitio para construir el nido, ausencia de depredadores o una buena densidad de parejas potenciales, y esto produciría secundariamente una agregación de individuos.
Una colonia repleta de parejas reproductoras es una señal de que el lugar es bueno para nidificar ya que será seguro, dispondrá de sitios adecuados para hacer el nido y seguramente tendrá suficientes ejemplares solteros con los que aparearse. Por lo tanto, una colonia ejerce un importante poder de atracción para las aves jóvenes que buscan un lugar para establecerse.
Voluntario pintando el suelo para imitar el guano en una zona con varias réplicas de alcatraces (Foto: New Zealand Department of Conservation)
El problema es que si se intenta atraer a una especie colonial a un lugar determinado, no es fácil que se consiga, ya que al no haber otros individuos reproductores, no existirá ese estímulo de atracción. Por eso, muchos proyectos utilizan réplicas que imitan a las aves que se pretende atraer, muchas veces acompañadas de grabaciones de sonidos de esas aves. Este método se usa frecuentemente con aves marinas y también con aves rapaces.
En Mana Island se puso en marcha un proyecto cuyo objetivo era atraer a los alcatraces de El Cabo para que nidificaran en ella después de mas de 40 años de ausencia de la especie y tras concluir con éxito un programa de desratización. Con esa intención se colocaron 80 réplicas de cemento en varios lugares de la isla que imitaban a varios alcatraces echados en los nidos o en actitud de cortejo. En 2013, un macho de alcatraz, al que los investigadores bautizaron como Nigel, cayó en la trampa, se posó en uno de esos lugares y comenzó a cortejar a una de las réplicas.
Nigel (a la derecha) picoteando a su pareja artificial (Foto: New Zealand Department of Conservation)
Nigel permaneció junto a ella durante varios meses, picoteando cariñosamente a su pareja de cemento y charlando animadamente con ella, según confirmaron los investigadores que trabajaban en la isla. Incluso se le vió acarrear material y construir un nido a su lado. Cuando la temporada terminó, Nigel abandonó la colonia, pero al año siguiente volvió de nuevo junto a su pareja de cemento y siguió regresando año tras año hasta ahora.
Nigel junto a su pareja de cemento y rodeado de otras réplicas de alcatraces
Curiosamente, hace unas semanas tres alcatraces de carne y hueso llegaron a Mana Island y los investigadores confiaron en que finalmente Nigel se emparejara con uno de ellos, pero para su sorpresa Nigel no se interesó por por sus vecinos de sangre caliente y siguió cortejando a su novia de cemento sin hacerles ningún caso.
Hace unos días, Chris Bell, un agente del departamento de Conservación que trabaja en la isla, se encontró a Nigel muerto al lado de la que había sido su pareja los últimos 5 años. No había conseguido reproducirse, pero a pesar de la frustración que le debió causar tanto tiempo de cortejo no correspondido, desde el punto de vista de la conservación, los responsables del proyecto consideran que seguramente Nigel haya sido el que ha conseguido que finalmente se pueda establecer una nueva colonia de la especie en Mana Island.
Fotograma de la película "No es bueno que el hombre este solo", de Pedro Olea
Después de haber conocido esta triste historia, no me puedo quitar de la cabeza las películas de Pedro Olea (No es bueno que el hombre esté solo) y de Berlanga (Tamaño Natural), con los magníficos José Luis López Vázquez y Michel Piccoli en el papel de Nigel. No hay duda de que los animales tienen muchas más cosas en común con nosotros de lo que podríamos imaginar.
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