Hace unos días se publicó un artículo en la revista Communications Biology en el que se exponían los resultados de un trabajo que confirmaba que los lobos infectados con Toxoplasma gondii desarrollaban comportamientos más arriesgados, como dispersarse en busca de nuevos territorios, y de esas forma se incrementaban sus posibilidades de convertirse en líderes de la manada. Evidentemente, asumir esos riesgos implicaba que el riesgo de morir también aumentaba respecto a los no infectados. Este trabajo se desarrolló en el Parque Nacional de Yellowstone, donde en los años 90 del siglo pasado se reintrodujo la especie después de que fuera exterminada 70 años antes.
Pero antes de entrar a analizar los resultados de ese artículo, lo primero será conocer al parásito que es el verdadero protagonista de esta historia. El Toxoplasma gondii es un protozoo parásito que tiene como huéspedes definitivos a los felinos, reproduciéndose sexualmente en su interior. Posteriormente, el felino libera los ooquistes del Toxoplasma con sus excrementos y luego, el hospedador intermedio, que puede ser cualquier animal de sangre caliente, incluidos nosotros, ingiere los ooquistes directamente al entrar en contacto con dichos excrementos, o indirectamente a través del agua o los alimentos (por ejemplo carne o vegetales) que hayan estado en contacto con ellos.
Una vez dentro del organismo del huesped intermedio, los ooquistes liberan esporozoitos que se reproducen asexualmente y acaban formando quistes tisulares que se alojan en el músculo o el sistema nervioso. Finalmente, cuando un felino se come una de las presas que contiene estos quistes, por ejemplo un ratón, se cierra el ciclo.
¿Pero qué tiene que ver todo esto con los cambios en el comportamiento?
Hay muchos ejemplos de parásitos capaces de modificar el comportamiento de sus huéspedes para lograr propagarse, y el Toxoplasma es uno de ellos. En los últimos años se han publicado gran cantidad de trabajos que confirman que el Toxoplasma modifica el comportamiento de los huéspedes intermedios haciendo que tomen más riesgos de lo habitual, y de esa forma incrementan las opciones de que ese huesped acabe siendo la presa de un felino, llegando así al huesped definitivo. Evidentemente no todos los huéspedes acabaran en las fauces de un felino, pero sí en muchos casos, por ejemplo cuando un gato se come un ratón infectado.
Los ratones y ratas reconocen de forma innata el olor de la orina de los gatos y de esa forma escapan cuando la huelen, evitando el peligro. Pero si un ratón esta infectado por el Toxoplasma, el olor de la orina de gato no solo no le parece repepelente, sino que
desencadena una irrestible atracción sexual que hace que se acerque a la fuente de la orina con intenciones libidinosas. No hace falta decir que ese amor no será correspondido y que el ratón terminará irremediablemente en el estómago del gato, con lo que el Toxoplasma lograría su objetivo.
¿Qué ocurre con los lobos de Yellowstone?
En Yelowstone no hay gatos domésticos y allí el hospedador definitivo es el puma (Puma concolor). En este caso, tanto lobos como pumas son los dos depredadores apicales del ecosistema y compiten entre si por presas similares, como alces y ciervos.
Tras estudiar durante 26 años varias manadas de lobos de este parque nacional, lo primero que descubrieron los investigadores fue que los lobos cuyos territorios se solapaban con zonas de alta densidad de pumas tenían unas tasas de infección por Toxoplasma nueve veces mayores que aquellos que tenían territorios que no solapaban con ellos. Los investigadores llegaron a la conclusión de que los lobos se infectaban consumiendo directamente los ooquistes expulsados directamente en los excrementos de los pumas, ya que la transmisión indirecta a partir de las presas comunes no era significativa.
En el caso de los lobos infectados, y esto fue lo más curioso, los resultados confirmaron que tenían más probabilidades de dispersarse y convertirse en líderes de manada que los lobos no infectados. Dispersarse es un comportamiento arriesgado, sin duda mucho mayor que quedarse en un territorio conocido, por lo tanto se confirmaba que la toxoplasmosis tenía un importante efecto sobre el comportamiento y la toma de decisiones en especies silvestres hospedadoras intermedias. Esto ya
se había observado en las Hienas manchadas en Áfríca. En ese caso, los cachorros de hiena que hospedaban al toxoplasma perdían el miedo a los leones y de esa forma el riesgo de mortalidad y la transmisión del parásito se incrementaba.
Cuando se analizaron estadísticamente los resultados obtenidos, incluyendo en un modelo otras variables como el sexo de los animales, el color del pelaje o la edad, sólo la infección por toxoplasma resultó significativa a la hora de explicar las diferencias en el comportamiento dispersivo de los animales. De hecho, la probabilidad de que un lobo seropositivo se conviertiera en líder de manada fue 46 veces superior a la de que un lobo seronegativo lo consiguiera.
¿Y qué ocurre con los seres humanos?
El ser humano, al igual que otros animales de sangre caliente, es también un hospedador secundario del
Toxoplasma gondii. En nuestro caso, el huesped definitivo suele ser el gato doméstico, ya que obviamente es el felino que tiene un mayor contacto con nosotros. La
transmisión se produce normalmente al consumir vegetales o alimentos que hayan podido estar en contacto con los excrementos de los gatos que porten ooquistes, por lo que se recomienda lavar bien los vegetales y cocinar la carne el suficiente tiempo para eliminarlos. El contagio directo a través de los gatos es más raro y se puede producir sobre todo al manipular las bandejas donde depositan los excrementos.
El Toxoplasma es uno de los parásitos más frecuentes en nuestra especie, de hecho, se estima que
un tercio de la población mundial es portadora, con importantes diferencias entre países. De todas formas, en la mayoría de esos casos, la infección es aparentemente asintomática ya que nuestras defensas inmunes se encargan de mantenerlo a raya. El problema surge cuando la infección se producen en personas inmunodeprimidas, en las que puede dar lugar a una enfermedad grave, o en mujeres embarazadas, ya que en ese caso, el parásito podría atravesar la barrera placentaria y afectar al feto, lo que daría lugar a complicaciones durante el embarazo y a secuelas graves en el feto. Esto ocurre cuando la embarazada no ha sido infectada previamente, en el que caso de que ya hubiera sufrido la infección, su cuerpo ya presentaría anticuerpos previos a la gestación contra el Toxoplasma, por lo que estaría protegida.
¿Somos realmente asintomáticos cuando contraemos toxoplasmosis?
Como he comentado anteriormente, la inmensa mayoria de las infecciones por Toxoplasma son asintomáticas, pero eso no quiere decir, que al igual que ocurría en ratones, en hienas y en los lobos, nuestro comportamiento no sufra cambios o alteraciones una vez que hemos sido infectados, ya que aunque no se desarrolle una patología grave, los quistes tisulares no se eliminan de nuestro cuerpo.
Lo cierto es que en los últimos años se han acumulado muchas evidencias y estudios científicos que confirman que las personas que tienen alojados los quistes de Toxoplasma en su cuerpo muestran comportamientos más imprudentes y temerarios. Por ejemplo,
en un estudio en el que se hicieron 102 autopsias a personas de las que se conocía con precisión la causa de su muerte, se comprobó que la probabilidad de que esa muerte se hubiera producido por una conducta imprudente, por ejemplo, ir en moto sin casco o por una actividad temeraria, era mucho mayor en las personas que estaban infectadas por toxoplasma. Otros muchos estudios han encontrado una
relación significativa entre toxoplasmosis y esquizofrenia e incluso con la
propensión al suicidio. Hay autores que incluso afirman que el Toxoplasma
puede estar afectando a toda la cultura humana.
Pero al igual que en el caso de los lobos de Yellowstone, en los que los lobos infectados tenían un comportamiento más arriesgado que hacía que se dispersaran más hacia territorios desconocidos, algunos estudios con humanos han encontrado que existía una correlación significativa entre emprendimiento empresarial e infección por toxoplasma. Por ejemplo, en un estudio realizado en Dinamarca con 16.000 mujeres, se vio que aquellas que eran seropositivas para el toxoplasma tenían mayor probabilidad de convertirse en empresarias, o sea, que asumían más facilmente el riesgo de fundar una empresa en solitario. Pero no sólo eso, otros estudios confirmaron que tener el Toxoplasma hacía que una vez fundada la empresa, los portadores
asumían más riesgos sin darle tanta importancia a los beneficios económicos de sus acciones.
Hemos visto que los cambios en el comportamiento de los huéspedes intermedios ocasionados por el toxoplasma tienen como objetivo que se cierre el ciclo, o sea, que los ooquistes acaben en el felino. En el caso de los ratones infectados, seguramente lo consigan, pero no parece que sea muy probable que pasen a un gato desde un huesped humano.
Evidentemente, el toxoplama lleva campando por nuestro planeta hace muchísimo tiempo, mucho antes de que aparecieran los seres humanos y no debemos olvidar que hace no demasiado, sin pensamos en una escala evolutiva, nuestra especie compartió el hábitat con leopardos y leones (y aún lo hace en muchos sitios) y un comportamiento temerario y una pérdida de miedo hacia ellos podría tener como consecuencia que acabáramos siendo parte de su menú, con lo que el Toxoplasma habría conseguido su objetivo.
Muy interesante, aunque también intrigante y en el fondo acongojante . Parece un guión de una película de terror.
ResponderEliminarsi que lo parece, a mi me recuerda a la película de La Invasión de los ladrones de cuerpos :)
EliminarLeí una vez que los nematodos se introducían en los grillos, entre otros animales, para desarrollarse dentro de ellos. Una vez desarrollados, inducían al grillo a irse al agua. El grillo acababa ahogado y el nematodo salía de su cuerpo para vivir fuera. Me resultó terrible. Y si nos puede cambiar un poco nuestro comportamiento a nosotr@s también con una infección por toxoplasma, se me ponen los pelos de punta.
ResponderEliminarAgradecida de que nos lo hayas dado a conocer tan claramente.
Hola Gixane, si, ese parásito es un Nematomoforo de la especie Paragordius tricuspidatus, que se desarrolla dentro del grillo y cuando alcanza el tamaño adulto modifica su comportamiento, el grillo se dirige al agua y cuando está allí sale de su cuerpo. Mira este vídeo https://youtu.be/Df_iGe_JSzI
EliminarHola David, las alteraciones del comportamiento inducidas por los parásitos y algunos hongos son antes que nada una estrategia del parásito para poder cerrar su ciclo. El caso de toxoplasma es bien conocido. En los estudios que se han realizado en España en la fauna silvestre hay enormes diferencias de prevalencia entre regiones, que se explican bien en virtud del modelo de ocupación humana del espacio. Así en la región Cantábrica, con un hábitat humano disperso, los gatos domésticos y ferales son más habituales en el medio natural y en consecuencia la prevalencia en los herbívoros, domésticos y silvestres es elevada, en tanto que en ambas mesetas la tasa de prevalencia en silvestres es muy baja.
ResponderEliminarAlgo semejante sucede con Sarcocystis, un pariente de Toxoplasma, y que es muy posible que utilice las mismas herramientas moleculares para poder cerrar el ciclo. En la relación lobo-herbivoro, sarcocystis es un "tercero interesado". Si el lobo no se come al corzo de poco sirve que los ooquistes están en la carne de cérvido o en las heces del lobo. De algún modo los corzos afectados deben ser más vulnerables a la depredación que aquellos que no los portan. Esto lo conté en la conferencia invitada que impartí en el Congreso de la SECEM en Burgos. Saludos.