Hace 11 años, el 13 de noviembre de 2002, estaba a punto de defender mi tesis doctoral. Recuerdo perfectamente que ese día, un fuerte temporal estaba azotando todo el norte de España y para despejar un poco la cabeza me acerqué a ver la mar. Con un viento y un oleaje impresionante era prácticamente imposible acercarse a la costa, aún así me quedé en la rasa de Verdicio durante casi una hora mirando como las olas rompían contra el acantilado. Cuando llegué de nuevo a casa recibí una llamada de mi amigo Alberto Velando que me preguntó si me había enterado del accidente de un petrolero frente a las costas de Galicia. En esos momentos sólo se sabía que un barco cargado de fuel, de nombre Prestige, tenía el casco roto, había emitido un S.O.S. y se encontraba a la deriva.
Otro más, fue lo primero que dijimos. Ya muy pocos aparte de los que los sufrieron directamente, se acordaban de que en los años anteriores se habían producido varios accidentes similares: el Polycomander, el Urquiola, el Andros Patria y el Mar Egeo, derramaron el contenido de sus tanques produciendo otras tantas mareas negras. Desde entonces nada había cambiado, después de cada uno de los accidentes se repetían los propósitos de enmienda como un mantra, se hablaba de seguridad, de puertos limpios, de sanciones, pero nada cambiaba y con una frecuencia de un accidente cada cinco años entre 1970 y 2000, uno tras otro, los petroleros se iban accidentando frente a las costas de Galicia. Y este ya era el quinto desde que el Polycomander embarrancó a la entrada de la ría de Vigo el 5 de mayo de 1970.
Rastro de fuel dejado por el Prestige durante su periplo hacia ninguna parte
Al día siguiente, el día 14, entre los nervios al comprobar que la lectura de la tesis estaba en entredicho porque dos miembros del tribunal no llegaban por culpa del temporal, me enteré de que el barco a la deriva se había acercado a pocas millas de Muxía y que poco después, en una decisión sorprendente, los responsables del Ministerio, que no habían dado señales de vida hasta el momento, decidieron que la mejor opción era remolcar el barco lo más lejos posible. También nos enteramos días después que el Ministro de Defensa, Francisco Álvarez-Cascos, que andaba de cacería, había dado unas coordenadas no demasiado precisas para el destino del barco, el Prestige debía remolcarse "al quinto pino", una dirección un tanto confusa, sobre todo tratándose de Galicia, donde los pinos y los eucaliptos abundan más que los mejillones en las bateas, por lo que si le hicieran caso el barco podría acabar en las laderas del Monte do Gozo.
Finalmente los dos miembros del tribunal de mi tesis consiguieron llegar a tiempo y al acabar, durante la comida, los problemas de mis truchas quedaron aparcados y el tema de conversación de casi todos nosotros volvió al Prestige, que en esos momentos era arrastrado, cada vez más dañado, en un periplo absurdo mientras esparcía su cargamento de mierda por la mar. Días después, el por entonces ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, aseguró en rueda de prensa que "la rápida intervención de las autoridades alejando el barco había permitido que no temamos una catástrofe ecológica" (M.A.C, 16/12/2002). Sin duda esa decisión tan acertada influyó en su nombramiento como Ministro Agricultura y Medio Ambiente en el gobierno actual. Poco después nos enteramos de que habían estado dudando entre esa decisión o la que habían sugerido el Ministro de Defensa, Federico Trillo y el por entonces vicepresidente y portavoz del Gobierno, un tal Mariano Rajoy, que "habían pensado en bombardear el Prestige o hacer arder el fuel" (M.A.C., 20/11/2002), quizás aconsejados por Francisco Vázquez, que entonces ocupaba el cargo de alcalde de A Coruña y que había propuesto "que se quemara el buque con fósforo" (F.V., 18/11/2002).
Las informaciones de lo que realmente sucedió en ese viaje sin retorno siguen estando confusas. Se habló de que el plan para el Prestige era ser hundido en aguas de Cabo Verde, también se comentó el enfrentamiento con unas fragatas portuguesas que le habían cortado el paso. Lo cierto es que el barco seguía desangrándose y la grieta en el costado cada vez era más grande, hasta que finalmente, el martes 19 de noviembre de 2002, se partió en dos y se hundió a 250 km de la costa de Galicia.
Lo que sucedió los días siguientes aún lo recordamos, aunque es muy probable que a mucha gente le suene como algo demasiado lejano. Lo que según nos decían los políticos de entonces nunca iba a pasar, al final sucedió, lo que nunca sería una marea negra lo fue, y la mayor de la historia de Europa. La costa se llenó de fuel desde Galicia hasta Bretaña,
90.000 aves marinas murieron durante las primeras semanas tras la catástrofe y muchas más se vieron afectadas. Multitud de mamíferos marinos, tortugas, peces y todo el ecosistema en conjunto sufrió directamente el vertido, detectandose aún hoy en día los efectos a largo plazo del mismo.
Durante las semanas que siguieron al accidente, y mientras Federico Trillo aseguraba que "
las playas estaban esplendorosas" (F.T, 26/11/2002), recuerdo perfectamente las imágenes de los pescadores sacando fuel con sus propias manos de la rías, y que años después se comprobó que como consecuencia
habían sufrido daños pulmonares y cromosómicos, lo que
también les ocurrió a los miles de voluntarios que acudieron a limpiar las playas desde todos los lugares de España e incluso del extranjero. Me acuerdo del olor del chapapote, que en Asturies siempre llamamos galipote.
También recuerdo las visitas a las playas para buscar aves petroleadas. La mayoría las encontrábamos muertas pero las pocas que encontrábamos vivas y hechas polvo las llevábamos al centro de recuperación, donde decenas de voluntarios se esmeraban en limpiar a unos animales que ya estaban sentenciados desde que se impregnaron de fuel y se trataron de limpiar ellos mismos.
Afortunadamente, por aquellos días era tranquilizante escuchar las declaraciones de Arsenio Fernández Mesa, jardinero en excedencia del Ferrol y en aquel momento delegado del gobierno en Galicia, que nos proporcionaba información puntual y precisa sobre el vertido: "Hay una cifra clara, y es que la cantidad que se ha vertido no se sabe" (A.F.M., 21/11/2002). Igual de tranquilos nos quedamos todos cuando don Arsenio nos despejo todas las dudas tras el hundimiento del petrolero: "El destino del fuel en el fondo del mar es convertirse en adoquín" (A.F.M., 19/11/2002). No menos tranquilizantes fueron las frases del Presidente de la Xunta, Manuel Fraga Iribarne, que para convencernos de la pureza de las aguas tras el vertido nos aseguro que "Si hace falta me vuelvo a bañar, como en Palomares" (M.F.I., 21/11/2002). Al día siguiente todos comprendimos su optimismo, ya que en rueda de prensa nos confirmó que "Dios y Santiago nos iban a ayudar" (M.F.I., 22/11/2002).
Hilillos en estiramiento vertical
Varios meses después, con el fuel convertido en adoquín, salvo unos pequeños hilillos del plastilina en estiramiento vertical que salían del casco, y gracias a la ayuda de Dios y del apóstol, se recogieron 100.000 Tm de fuel mezclado con arena de nuestro litoral y otras 50.000 Tm en la mar, después de haber impregnado 3000 km de costa desde Galicia a Bretaña.
Han pasado 11 años desde entonces y ayer mismo se conoció la sentencia que debía decidir las responsabilidades del accidente. En el juicio había 2128 partes personadas, 133 testigos, 98 peritos, 51 abogados y 21 procuradores, lo que había motivado que debido a sus dimensiones se celebrara en el recinto ferial de Expocoruña. Nada menos que 400 horas de juicio repartidas en 89 sesiones se llevaron a cabo en este macrojuicio con tres jubilados como únicos acusados. Ningún cargo político de importancia fue acusado, a pesar de que el magistrado de la sección primera de la Audiencia Provincial de A Coruña y presidente del tribunal, Juan Luis Pía, declarara cuando el juicio (que él mismo definió como "
desmesurado, un sinsentido y carísimo") quedó visto para sentencia, que "
era obvio que faltaban muchos implicados" (¿quién fue el responsable de que faltaran?) y que evidentemente esto afectaría a
sentencia, que finalmente fue leída ayer y que se puede resumir en los siguientes puntos.
1) "No existe responsabilidad penal" puesto que "nadie sabe exactamente la causa de la avería".
2) El ex-director de Marina Mercante, José-Luis López Sors, único responsable político acusado, fue "víctima y afectado del desastre que intentó solucionar".
3) El Ministerio de Fomento "no actuó con negligencia". La decisión de alejar el barco "fue consciente, meditada y en gran parte eficaz dentro del desastre". Asimismo la sentencia afirma que "La Administración lo gestionó [todo el protocolo de actuación] con profesionalidad, adecuación y en condiciones muy desfavorables".
3) Solo se condena al capitán del barco, Apostolous Mangouras, por un delito de "desobediencia grave a las autoridades españolas", a 9 meses de cárcel que no cumplirá debido a su avanzada edad (y a que la sentencia es de menos de 24 meses, no se porqué eso no lo dicen en ningún sitio).
Resumiendo, para dictar esta sentencia no hacía falta esperar 11 años, ya que sólo habría que haber tenido en cuenta las declaraciones de Ana Botella el 12 de diciembre de 2002, cuando afirmó que "En la catástrofe del Prestige sólo hay un culpable: el barco". Parecía evidente que no se condenaría a López-Sors, ya que eso equivaldría a considerar al Estado Español como responsable civil subsidiario de un accidente cuya factura ascendía, según la Fiscalía, a 4338 millones de euros.
Ni un sólo alto cargo político,
de los muchos implicados, ha sido ni siquiera imputado por la mayor catástrofe ambiental de la historia de España, más aún, incluso muchos de ellos, como premio a su gestión, ocuparon u ocupan en la actualidad, puestos iguales o de mayor responsabilidad que antes, valga como ejemplo los siguientes:
- Mariano Rajoy, vicepresidente del gobierno en 2002 y presidente del gobierno en 2013
- Arsenio Fdez. Mesa, delegado del gobierno en 2002 y director de la guardia civil en 2013
- Federico Trillo, Ministro de Defensa en 2002 y embajador en el Reino Unido en 2013
- Francisco Álvarez-Cascos, Ministro de Fomento en 2002 y presidente del Principado de Asturias hasta 2012. La Xunta le concedió la medalla de oro de Galicia en 2003.
- Miguel Arias Cañete, ministro de Agricultura en 2002 y ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente en 2013.
- Jaume Matas, Ministro de Medio Ambiente en 2002 y que después de su extraordinaria tarea durante la gestión del Prestige fue presidente del Gobierno Balear entre 2003 y 2007. Actualmente debido a su afición a apropiarse del dinero ajeno está pendiente de varios juicios aunque ya ha sido condenado a 6 años de cárcel en el primero (pero curiosamente sigue en la calle).
Después de esta sentencia, aparte de confirmar por enésima vez que los delitos ecológicos quedan impunes en este país, como ya quedó demostrado tras la sentencia en la que s
e eximía de culpabilidad a la empresa Boliden por el accidente de Aznalcóllar, me asalta una duda. En el caso probable de que se produjera un nuevo accidente como el del Prestige, y teniendo en cuenta que la sentencia afirma que las acciones tomadas tras el mismo fueron "conscientes, meditadas y adecuadas", ¿se volvería a actual de la misma forma?. Supongo que si, ya que si se tomaran otras decisiones, como llevar el barco accidentado a un puerto de abrigo, implícitamente se asumiría que en aquel momento se actúo con negligencia.
En la imagen anterior se puede ver los petroleros que están navegando frente a las costas gallegas a las 12:20 h de hoy mismo, según se puede comprobar a tiempo real en
marinetraffic.com. Nada menos que 29 barcos iguales o similares al Prestige navegan en este instante cerca del lugar donde se produjo el accidente hace 11 años. Teniendo en cuenta que la frecuencia de media de accidentes de petroleros entre 1970 y 2013 es actualmente de 1 cada 7 años, probablemente saldremos pronto de dudas.
Quizás cuando ocurra, ya no vuelvan a verse banderas de Nunca Máis, y en vista de la sentencia, del absoluto menosprecio hacia el medio ambiente tanto de la justicia como de los representantes políticos, propongo que se use la anterior, mucho más acorde con la situación actual.
Ayer, el día en el que se hizo pública la sentencia del juicio, todos los periódicos digitales abrían su página de cabecera con la noticia. Han bastado menos de 24 horas para que ya haya caído en el olvido y haya que buscar en pequeños recuadros para encontrarla y ya ni siquiera figura entre las 10 noticias más vistas del día. Quizás no sea sólo culpa de los jueces y de los políticos, sino de nosotros mismos, que ni siquiera recordamos durante unas pocas horas la mayor catástrofe ambiental que ha ocurrido en este país.