La Empatía se puede definir como la habilidad o la capacidad de un individuo para comprender y apreciar los sentimientos de otro. Todos hemos sentido empatía por muchas de las personas que nos rodean e incluso podemos llegar a sentirla por personas a las que no conocemos absolutamente de nada. Expresado de otra manera, sentimos empatía cuando somos capaces de ponernos en el lugar de otro y compartir sus sentimientos.
Relacionado con la empatía está el altruismo, que podemos considerar de alguna manera como un paso más, ya que no sólo nos ponemos en el lugar del otro sino que además de participar de esos sentimientos, sacrificamos nuestros intereses personales para conseguir el bien ajeno sin obtener nada a cambio.
Durante mucho tiempo se ha considerado la empatía como una característica exclusivamente humana y un rasgo más que nos diferenciaba del resto de las especies animales. Nuestra especie, de hecho, es capaz de sentir empatía no solo por otros seres humanos, sino también por otros individuos de otras especies.
¿Pero que ocurre con el resto de animales?¿Son capaces de sentir aprecio, compasión o incluso son capaces de comportarse altruistamente entre ellos? Esta pregunta ha sido evitada durante años, probablemente porque admitir que los animales puedan tener sentimientos nos bajaría del pedestal en el que durante siglos nos ha situado la religión y la filosofía.
Varios estudios realizados en los últimos años parecen confirmar que la empatía no es un sentimiento exclusivamente humano, ni mucho menos. En el caso de los simios antropoides, varios estudios han confirmado que son capaces de percibir las emociones de otros individuos de su grupo y que se entristecen o alegran al observar el comportamiento de aquellos por los que sienten un aprecio especial.
Pero lo cierto es que la posible existencia de empatía en los animales no sólo ha sido confirmada entre los grandes simios, sino también entre los macacos e incluso en especies consideradas "inferiores" como los ratones, tal como ha sido descrito un estudio publicado en la revista Science en 2006.
La empatía puede resultar clave en la evolución de las conductas sociales, ya que puede contribuir a aumentar la cohesión del grupo, lo que finalmente redundaría en un beneficio propio.
¿Pero que ocurre si hablamos de especies distintas?¿Puede empatizar un animal con otro de una especie diferente? En este caso, la explicación evolutiva parece un poco más complicada. Y lo cierto es que parece que este caso también ocurre. Hay varios estudios que confirman como algunos simios pueden empatizar e incluso ayudar a un polluelo de un ave, o de elefantes que han protegido a un antílope del ataque de un león. Parece evidente que en estos casos estos animales no obtienen ningún beneficio de esas acciones.
El caso del pato criollo y el Ánsar piquicorto
El viernes pasado nos acercamos al Parque de Isabel la Católica en Xixón a dar una vuelta. Al poco de llegar observamos a una hembra de Pato criollo (Cairina moschata) con 8 pollitos recién nacidos. No hace falta decir que todos los paseantes se quedaban mirando la escena y las expresiones de ternura y afecto eran evidentes. Nuestro cerebro está condicionado para que nos gusten los patitos, igual que nos gustan los cachorros de perro.
Pero cuando todos observábamos la escena, de repente apareció una gaviota y se llevó a uno de los patitos. No hace falta decir la cara que se nos quedó a todos y las expresiones que salieron de la boca de muchas de las personas que estaban allí. Evidentemente todos empatizamos rápida e instintivamente con la madre pata.
Si la gaviota hubiera comido una lombriz, o un insecto nadie le habría dado importancia, pero en esta historia ya había quedado claro quien era el bueno y quien el malo. Evidentemente a la gaviota le daría lo mismo que fuera un patito que un bocadillo de salchichón, en los dos casos se trataba de unos gramos de proteínas. Después de ese primer ataque, varias personas muy airadas se acercaron y aparte de insultar a las gaviotas y desearles la muerte, las gritaban y les tiraban piedras para asustarlas y así tratar de impedir que se comieran a más patitos. Por supuesto, no sirvió de mucho, ya que otras gaviotas se unieron a la fiesta y poco a poco se los fueron llevando uno a uno, ante la desesperación de su madre que no podía hacer nada para evitarlo.
Cuando volvimos un poco después comprobamos que sólo quedaban 3 patitos y que los demás habían desaparecido. Y entonces ocurrió una cosa que al menos yo no soy capaz de explicar. Desde el medio del estanque apareció el joven de Ansar piquicorto (Anser brachyrinchus) salvaje que llegó hace unos meses al parque y se acercó a la escena. Al principio pensé que también iba a atacar a los pollos, pero sorprendentemente lo que hizo fue tratar de espantar a las gaviotas al mismo tiempo que picotaba suavemente a los patitos y los defendía de ellas.
A los pocos minutos, la pata se metió en el agua acompañada de los tres supervivientes y el ánsar los acompañó siguiéndolos de cerca, mientras seguía espantando a las gaviotas.
Por si a alguien se le ha podido pasar por la cabeza, no había ninguna relación de parentesco entre el ánsar y los patitos. En los patos criollos, al igual que muchas especies de patos, las hembras se encargan solas de la incubación y el cuidado de los pollos, contrariamente a lo que ocurre con los ánsares y los cisnes, donde el cuidado es biparental.
En este caso, también parece evidente que el ánsar no obtiene ningún beneficio al defender a los patitos de los ataques de la gaviota, e incluso se podría llevar un picotazo de ellas. ¿Qué puede explicar entonces este comportamiento? ¿Se trata de un caso de un caso de empatía y de altruísmo interespecífico? Tengo que admitir que si no lo hubiera visto no me lo creería.
Varios estudios realizados en los últimos años parecen confirmar que la empatía no es un sentimiento exclusivamente humano, ni mucho menos. En el caso de los simios antropoides, varios estudios han confirmado que son capaces de percibir las emociones de otros individuos de su grupo y que se entristecen o alegran al observar el comportamiento de aquellos por los que sienten un aprecio especial.
Pero lo cierto es que la posible existencia de empatía en los animales no sólo ha sido confirmada entre los grandes simios, sino también entre los macacos e incluso en especies consideradas "inferiores" como los ratones, tal como ha sido descrito un estudio publicado en la revista Science en 2006.
La empatía puede resultar clave en la evolución de las conductas sociales, ya que puede contribuir a aumentar la cohesión del grupo, lo que finalmente redundaría en un beneficio propio.
¿Pero que ocurre si hablamos de especies distintas?¿Puede empatizar un animal con otro de una especie diferente? En este caso, la explicación evolutiva parece un poco más complicada. Y lo cierto es que parece que este caso también ocurre. Hay varios estudios que confirman como algunos simios pueden empatizar e incluso ayudar a un polluelo de un ave, o de elefantes que han protegido a un antílope del ataque de un león. Parece evidente que en estos casos estos animales no obtienen ningún beneficio de esas acciones.
El caso del pato criollo y el Ánsar piquicorto
El viernes pasado nos acercamos al Parque de Isabel la Católica en Xixón a dar una vuelta. Al poco de llegar observamos a una hembra de Pato criollo (Cairina moschata) con 8 pollitos recién nacidos. No hace falta decir que todos los paseantes se quedaban mirando la escena y las expresiones de ternura y afecto eran evidentes. Nuestro cerebro está condicionado para que nos gusten los patitos, igual que nos gustan los cachorros de perro.
Pero cuando todos observábamos la escena, de repente apareció una gaviota y se llevó a uno de los patitos. No hace falta decir la cara que se nos quedó a todos y las expresiones que salieron de la boca de muchas de las personas que estaban allí. Evidentemente todos empatizamos rápida e instintivamente con la madre pata.
Si la gaviota hubiera comido una lombriz, o un insecto nadie le habría dado importancia, pero en esta historia ya había quedado claro quien era el bueno y quien el malo. Evidentemente a la gaviota le daría lo mismo que fuera un patito que un bocadillo de salchichón, en los dos casos se trataba de unos gramos de proteínas. Después de ese primer ataque, varias personas muy airadas se acercaron y aparte de insultar a las gaviotas y desearles la muerte, las gritaban y les tiraban piedras para asustarlas y así tratar de impedir que se comieran a más patitos. Por supuesto, no sirvió de mucho, ya que otras gaviotas se unieron a la fiesta y poco a poco se los fueron llevando uno a uno, ante la desesperación de su madre que no podía hacer nada para evitarlo.
Cuando volvimos un poco después comprobamos que sólo quedaban 3 patitos y que los demás habían desaparecido. Y entonces ocurrió una cosa que al menos yo no soy capaz de explicar. Desde el medio del estanque apareció el joven de Ansar piquicorto (Anser brachyrinchus) salvaje que llegó hace unos meses al parque y se acercó a la escena. Al principio pensé que también iba a atacar a los pollos, pero sorprendentemente lo que hizo fue tratar de espantar a las gaviotas al mismo tiempo que picotaba suavemente a los patitos y los defendía de ellas.
A los pocos minutos, la pata se metió en el agua acompañada de los tres supervivientes y el ánsar los acompañó siguiéndolos de cerca, mientras seguía espantando a las gaviotas.
Por si a alguien se le ha podido pasar por la cabeza, no había ninguna relación de parentesco entre el ánsar y los patitos. En los patos criollos, al igual que muchas especies de patos, las hembras se encargan solas de la incubación y el cuidado de los pollos, contrariamente a lo que ocurre con los ánsares y los cisnes, donde el cuidado es biparental.
En este caso, también parece evidente que el ánsar no obtiene ningún beneficio al defender a los patitos de los ataques de la gaviota, e incluso se podría llevar un picotazo de ellas. ¿Qué puede explicar entonces este comportamiento? ¿Se trata de un caso de un caso de empatía y de altruísmo interespecífico? Tengo que admitir que si no lo hubiera visto no me lo creería.