Está generalmente admitido que sólo los seres humanos tienen conciencia de lo que significa la muerte. Cuando somos adultos comprendemos que la muerte es inevitable e inherente a la propia vida y que además es irreversible, o sea que una vez que nos morimos ya no podemos volver a la vida. También se asume que nuestra especie es la única que experimenta el duelo por la muerte de un ser querido, precisamente porque somos conscientes de su irreversibilidad.
Aún así todos recordamos historias de animales que siendo conscientes de que se aproximaba su final, se dirigían a un lugar apartado para morir. En la memoria de los que ya tenemos unos años están grabadas las escenas de los cementerios de elefantes de las películas de Tarzán, en los que se apilaban cientos de sus cadáveres y en los que nadie se atrevía a entrar. Pero ¿qué hay de cierto en estas historias? ¿Se trata sólo de mitos que despertaron la imaginación de escritores y cineastas o tienen un fundamento real?
Aún así todos recordamos historias de animales que siendo conscientes de que se aproximaba su final, se dirigían a un lugar apartado para morir. En la memoria de los que ya tenemos unos años están grabadas las escenas de los cementerios de elefantes de las películas de Tarzán, en los que se apilaban cientos de sus cadáveres y en los que nadie se atrevía a entrar. Pero ¿qué hay de cierto en estas historias? ¿Se trata sólo de mitos que despertaron la imaginación de escritores y cineastas o tienen un fundamento real?
En el caso de los cementerios de elefantes no es cierto que se dirijan a un sitio concreto cuando van a morir. Aunque sí se han encontrado lugares en los que aparecían juntos varios cadáveres de elefantes, todo parecía indicar que habían fallecido en grupo, o por un desastre natural o después de una cacería. Lo que sí que es cierto, es que tal como señalan varios especialistas como Cynthia Moss, que ha investigado durante varias décadas la estructura familiar de los elefantes africanos, los elefantes reconocen a sus parientes muertos, incluso aunque solo puedan acceder a sus huesos. En una ocasión, esta investigadora observó como un grupo de elefantes pasó al lado de un montón de mandíbulas que habían sido recogidas para su análisis. Toda la manada se detuvo y empezó a tocarlas con su trompa para luego seguir su camino, pero uno de ellos, de 8 años de edad, permaneció manipulando una de ellas durante varios minutos cuando el resto ya se había marchado. La mandíbula era la de su madre que había muerto hacía varios años.
Estas reacciones frente a parientes muertos se han observado en otros animales, como los delfines, las orcas y por supuesto los grandes simios como los chimpancés y los gorilas. Jane Goodall, que estudió durante varias décadas los chimpancés de Gombe (Tanzania), describe varios casos de hembras que permanecieron junto a sus crías muertas y que incluso transportaron sus cadáveres durante varios días e incluso meses. Este comportamiento también se observó en algunas especies de primates del nuevo mundo. A pesar de todo, es muy difícil confirmar que se trate de una reacción fruto del dolor por la pérdida de un pariente cercano y no de una respuesta fisiológica de la madre, que aún conservaría el instinto maternal de protección debido a la presencia de hormonas como la prolactina en su sangre. Pero, ¿como se explicaría la reacción contraria, cuando un hijo se comportó de igual manera ante el cadáver de su madre recién muerta?
Ritos funebres: desde insectos a aves
Las reacciones frente a los individuos muertos de su propia especie no son exclusivas de los primates, los cetáceos o los elefantes. En los últimos años se han publicado varios trabajos, tanto observaciones como experimentales, que confirman que los insectos sociales y muchas aves que tienen una estructura social compleja, reconocen y responden ante la presencia de los individuos muertos de su grupo (Anderson, 2016).
Desde hace tiempo se sabe que las abejas, hormigas y termitas eliminan rápidamente (mucho antes que la basura y los desperdicios) los cadáveres de los miembros de su comunidad que mueren dentro de la colonia. Este comportamiento recibe el nombre de necroforesis. Aunque toda la colonia responde ante la presencia de los cadáveres, a los que manipulan y pueden mover de sitio, solo algunos individuos concretos que trabajan como enterradores son los que se deshacen de ellos. En el caso de las abejas se ha comprobado que estos individuos los agarran con sus pinzas y los llevan en ocasiones a mas de 100 metros de distancia, donde los dejan caer para regresar a la colmena. Las hormigas y las termitas llegan a cubrir los cuerpos con tierra o con restos vegetales, lo que se ha interpretado como una estrategia muy eficaz para evitar la proliferación de patógenos dentro o en las proximidades del nido.
En todo caso, la necroforesis en los insectos parece estar relacionada con la higiene de la colonia y no con algo que se pudiera interpretar como un duelo. La rápida respuesta ante la presencia de un individuo muerto se debe a la liberación de ciertos ácidos grasos tras la descomposición del cadáver, pero también a la falta de liberación de otras sustancias volátiles por parte de los individuos vivos.
Pero si hay un grupo de animales que han recibido una especial atención acerca de su comportamiento frente a los muertos de su especie, estos son las aves, y en especial los córvidos.
El funeral de las urracas
Hace unos días, mis amigos Alberto Velando y Sin Yeon Kim observaron el comportamiento de unas urracas (Pica pica) que les dejó sorprendidos. Un grupo de varios ejemplares se había reunido y emitían un reclamo que no era el normal de la especie. Al fijarse observaron que en el suelo, cerca de ellas, se encontraba otra urraca que había muerto recientemente y que aún estaba caliente. Aunque ya conocían la existencia de este tipo de comportamientos en los córvidos, la escena les sorprendió mucho ya que realmente parecía un grupo de plañideras llorando la muerte de un familiar.
Grupo de urracas reclamando ante la presencia de un ejemplar muerto de su especie
En los últimos años se han publicado varios artículos que confirman que varias especies de córvidos responden a la presencia del cadáver de un ave de su especie emitiendo sonidos específicos, y que esos reclamos tienen la misión de alertar a los miembros de su comunidad de la presencia de un peligro.
En un experimento llevado a cabo por Kaeli N. Swift y John M. Marzluff, de la Universidad de Washington, con el cuervo americano (Corvus brachyrhynchos), se demostró experimentalmente que estas aves, al encontrar a un miembro de su especie muerto, emitían reclamos para avisar al resto del grupo y posteriormente reconocían la zona donde aparecía el cadáver como una zona de riesgo. Para confirmarlo experimentalmente hicieron que varios voluntarios entraran en las zonas de alimentación llevando en las manos a un cuervo muerto. Los voluntarios eran hostigados por los demás cuervos pero la intensidad de los ataques bajaba si en vez de un cuervo muerto llevaban el cadáver de una paloma. Durante las siguientes semanas, los cuervos reconocieron a los voluntarios que habían acarreado los cadáveres y los acosaron al verlos, pero no hicieron lo mismo con las personas desconocidas que pasaban por el lugar. Además, la zona donde se había producido el encuentro dejó de ser visitada (Swift & Marzluff, 2015). Parece evidente que los córvidos se fijan en sus muertos para recopilar información sobre aquellos lugares que pueden resultar una amenaza para su propia seguridad y que son capaces de discriminar entre el riesgo para otras especies del riesgo para la suya propia.
A pesar de que todos estos ejemplos parecen indicar que para muchos animales la muerte de un pariente o un miembro de la comunidad es exclusivamente una fuente de información para incrementar su propia supervivencia, lo cierto es que hay varios casos en los que no está tan claro. Barbara J King, catedrática emérita de Antropología del College of William and Mary (Estados Unidos) asegura que en muchos animales se producen respuestas ante los parientes muertos que solo podrían ser interpretadas como "duelo" (King, 2013). Incluso Charles Darwin en su libro "La expresión de emociones en el hombre y los animales" describía las coincidencias en algunos gestos faciales entre humanos de distintas etnias y culturas y algunos animales, e incluía también las manifestaciones de “luto” entre ellas.
Referencias
- Anderson (2016) What is comparative thanatology? Current Biology 26, R543–R576
- Darwin, C (1972) The Expression of the Emotions in Man and Animals. London: John Murray.
- King, BJ (2013) How animals grieve. Chicago Press Books.
- Swift KN & Marzluff (2015) Wild American crows gather around their dead to learn about danger. Animal Behaviour . dx.doi.org/10.1016/j.anbehav.2015.08.021
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